Y lo único en que podía pensar al final de cada
programa era; ¿quién podría tener el tiempo y la disposición para permitir que
su vida girara, durante diez días, en la planeación de una cena de Navidad?
Cuando acaban las celebraciones religiosas del 12 de
diciembre (adoradas por muchos y odiadas por todos los demás) ya estamos a
pocos días de que empiecen las Posadas, los convivios con los amigos y
compañeros de trabajo, las compras de regalos, los intercambios y finalmente la Nochebuena. Demasiadas
actividades para tan pocos días que restan del año, sin considerar todavía la
última semana previa a la celebración de año nuevo, cuando algunos gustan salir
de vacaciones o de fiesta toda la noche.
Todo lo anterior es posible conseguirlo con la
planeación adecuada: organizar una posada o reunión, con los amigos o en el
trabajo; planear los gastos de fin de año, incluyendo al tan esperado
aguinaldo; efectuar la última gran compra de despensa, arreglar la casa y
seleccionar las recetas que prepararemos (o ayudaremos a cocinar) para la cena
de Navidad o año nuevo. Además, la tecnología está de nuestra parte; podemos
consultar en Internet precios de artículos, lugares para cenar o paquetes de
viaje; organizar eventos o listas de regalos mediante aplicaciones en nuestra
tablet o celular, ambientar las fiestas con música de nuestro reproductor mp3 o
videos de You Tube, en fin, toda una serie de posibilidades para mejorar
nuestra experiencia decembrina. Con esto, trazamos nuestros planes con el mayor
detalle posible y, en papel, lucen sin posibilidad de error.
¿Qué sucede entonces? ¿Dónde está el error? ¿Por qué
las cosas nunca salen como se planean o, en algunos casos, resultan de la peor
manera posible? Quizá todo empieza cuando buscamos recuperarnos de la cruda del
día 13; o cuando el aguinaldo se retrasa una semana o dos, para que finalmente
resulte ser una cantidad menor a la esperada, prometiendo completarnos el resto
en la primera quincena de enero; tal vez se deba a que no logramos juntar a los
amigos o compañeros de trabajo en el mismo lugar, a la misma hora, o que nadie
respete el límite de 50 pesos para el intercambio de regalos; quizá sea porque
no leemos las letras pequeñas en ofertas de Internet, donde se nos indica que
son válidas únicamente en ventas por línea o en los días pares, o no se nos
respeta la reservación del hotel o de la mesa para la cena familiar; tal vez se
deba a que pasamos más de cinco horas en los supermercados porque todos
tuvieron la idea de ir en sábado; o quizá es porque la familia no se organiza
bien y alguien olvida los tejocotes para el ponche, el pan de caja para la cena
o, en casos extremos, rellenar el pavo o perforar la pierna de cerdo para que
se cocine parejo.
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