jueves, 6 de noviembre de 2014

Middle Age Freak: Camcorder Guy (I)



Luego de ver la película “Súper 8” en su función para medios, me asaltó una nostalgia muy fuerte por una de mis aficiones que abandoné durante un tiempo: La grabación de videos caseros.

Mi primera cámara de video (o camcorder, si buscamos vernos muy técnicos) fue un modelo Sharp de 8 mm, del cual recuerdo que su principal atractivo era haber sido de las primeras generaciones de cámaras que tuvo pantalla de cristal líquido sustituyendo al visor convencional, permitiéndole mucha movilidad al usuario, incluyendo el poder hacer grabaciones por encima de multitudes. Yo no podía ser más feliz entonces.



Cuando alguien recibe su primera cámara de video, especialmente si la compra el propio dueño luego de haber hecho varias pesquisas, preguntas y habiendo desesperado a más de un vendedor, esa persona empieza a ver la vida en otra perspectiva, particularmente dentro de un marco de 4:3, ó 2.35:1 si disponen de modo widescreen. La cámara se convierte en un apéndice de su nuevo dueño, quien, si puede, la lleva al trabajo, a la escuela y a todas las salidas de vacaciones o eventos familiares. Consigue, además, suficiente cinta, memoria, batería e implementos para no quedar limitado al videograbar por falta de energía o iluminación.


Puede decirse que este es un fenómeno muy parecido al que ocurre al recibir tu primera cámara fotográfica, pero si bien el fotógrafo es un capturista del instante específico, un video aficionado es abiertamente un voyerista del momento, reconocible por sus pies firmes en el suelo, los codos a los costados y su atención fije en el visor o la pantalla, donde busca el mejor encuadre para la imagen en vivo que está grabando.


Ante familiares y amigos, el dueño de una cámara de video se convierte en el cineasta del grupo, aquel a quien hay que pedirle que vaya a filmar el cumpleaños del hijo del sobrino de la abuela, o la boda del amigo de la escuela o la oficina, recabando opiniones de los festejados e invitados. Y con una mezcla de deber y placer, el video aficionado graba dichos. Incluso los más avezados hacen negocio de esto.


Pero la verdadera naturaleza del video aficionado geek surge en aquellos eventos o lugares donde asiste por un genuino interés y la intención de capturar alguno de esos momentos en cinta magnética o memoria digital. Mis primeras grabaciones de este tipo fueron en convenciones de comics, como la primera Roca Poca, en el Gran Forum, siguiendo a edecanes, grabando entrevistas improvisadas o a los dibujantes realizando bosquejos. Para el video aficionado tener en cinta momentos como a Humberto Vélez diciendo “d’oh”, a Mario Castañeda gritando un “¡kame hame ha!”, un vistazo momentáneo de Stan Lee o Adam West firmando autógrafos en las Conques o a Hugh Jackman caminando por la alfombra roja del Auditorio Nacional, se convierten en tesoros inapreciables.

Y entonces pasamos a la edición…

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