Luego de ver la película “Súper
Mi
primera cámara de video (o camcorder, si buscamos vernos muy técnicos) fue un
modelo Sharp de 8 mm , del cual recuerdo que su
principal atractivo era haber sido de las primeras generaciones de cámaras que
tuvo pantalla de cristal líquido sustituyendo al visor convencional, permitiéndole
mucha movilidad al usuario, incluyendo el poder hacer grabaciones por encima de
multitudes. Yo no podía ser más feliz entonces.
Cuando
alguien recibe su primera cámara de video, especialmente si la compra el propio
dueño luego de haber hecho varias pesquisas, preguntas y habiendo desesperado a
más de un vendedor, esa persona empieza a ver la vida en otra perspectiva,
particularmente dentro de un marco de 4:3, ó 2.35:1 si disponen de modo
widescreen. La cámara se convierte en un apéndice de su nuevo dueño, quien, si
puede, la lleva al trabajo, a la escuela y a todas las salidas de vacaciones o
eventos familiares. Consigue, además, suficiente cinta, memoria, batería e
implementos para no quedar limitado al videograbar por falta de energía o
iluminación.
Puede
decirse que este es un fenómeno muy parecido al que ocurre al recibir tu
primera cámara fotográfica, pero si bien el fotógrafo es un capturista del
instante específico, un video aficionado es abiertamente un voyerista del
momento, reconocible por sus pies firmes en el suelo, los codos a los costados
y su atención fije en el visor o la pantalla, donde busca el mejor encuadre
para la imagen en vivo que está grabando.
Ante
familiares y amigos, el dueño de una cámara de video se convierte en el
cineasta del grupo, aquel a quien hay que pedirle que vaya a filmar el
cumpleaños del hijo del sobrino de la abuela, o la boda del amigo de la escuela
o la oficina, recabando opiniones de los festejados e invitados. Y con una mezcla
de deber y placer, el video aficionado graba dichos. Incluso los más avezados
hacen negocio de esto.
Pero
la verdadera naturaleza del video aficionado geek surge en aquellos eventos o
lugares donde asiste por un genuino interés y la intención de capturar alguno
de esos momentos en cinta magnética o memoria digital. Mis primeras grabaciones
de este tipo fueron en convenciones de comics, como la primera Roca Poca, en el
Gran Forum, siguiendo a edecanes, grabando entrevistas improvisadas o a los
dibujantes realizando bosquejos. Para el video aficionado tener en cinta
momentos como a Humberto Vélez diciendo “d’oh”, a Mario Castañeda gritando un “¡kame
hame ha!”, un vistazo momentáneo de Stan Lee o Adam West firmando autógrafos en
las Conques o a Hugh Jackman caminando por la alfombra roja del Auditorio
Nacional, se convierten en tesoros inapreciables.
Y entonces
pasamos a la edición…
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