Como muchas personas (quiero creer que la mayoría),
disfruté Star Wars Episodio VIII como
lo que es: una película. Entretenida, visualmente espectacular, con defectos y
virtudes, pero al final de cuentas una película y nada más. También, como mucha
gente, atravesé con precaución la zona del spoiler durante el fin de semana de
su estreno y, posteriormente, crucé con mayor cuidado la zona de batalla entre
las facciones a favor y en contra de la película, sin tomar realmente ningún
partido. Así transcurrió gran parte de diciembre.
Lo curioso se presentó tras la segunda semana de su
estreno, ya cuando el furor del estreno y las críticas, constructivas y destructivas,
se había desvanecido y la gente ya no opinaba mucho de la película. Fue cuando
noté que en mi muro de Facebook
seguían apareciendo posts de una
misma persona, esgrimiendo argumentos —propios o de terceros —a favor de Episodio VIII, minimizando las opiniones
de los detractores comparándolas con opiniones similares sobre otras películas
de la misma saga. No pasaba un día en que no apareciera un par de post de la
misma persona, defendiendo una película que ya a nadie interesaba y tomando el estandarte
de una batalla que nadie estaba peleando.
La verdad sea dicha, esta persona trabaja directamente
con la editorial que publica los comics de Star
Wars en México y tiene un cargo relevante en la producción de los mismos,
así que su incesante cruzada a favor del Episodio
VIII va más allá de una mera afición, se trata también de proteger su
fuente de ingresos. Comprensible, cierto, pero no menos fastidioso. Por otro
lado también encuentro interesante las posturas que adquieren algunas personas
que consiste en no necesariamente defender una postura con argumentos sino de
categóricamente negar el punto de vista contrario alzando la voz, negando con
la cabeza, bajando la mirada o simplemente alejándose, sin dejar de repetir que
Episodio VIII es lo peor/mejor que le
ha pasado a Star Wars, incluso cuando
ya nadie los está escuchando.
Varias veces me he preguntado por qué la gente
reacciona de esa manera, defendiendo con pasión desmedida una postura sin dar
pie a un diálogo o que algún bando acepte que estaba en un error. Especialmente
este último mes, donde han abundado argumentos como: ese no es el Luke
Skywalker que conocí; fue el mejor final para su personaje; no es el Star Wars con que yo crecí; es la mejor
película de Star Wars en muchos años;
no me significa nada; lo es todo para mí; es buena; es mala; estás bien; estás
mal.
Este tipo de conversaciones serán comunes durante este
año en cualquier comida familiar, reunión de amigos o lugares de trabajo, y no
solamente sobre el estreno de Infinity
War o Ready Player One, el nuevo
mega-evento de Marvel o DC Comics, el Mundial de Futbol o la boda real en
Inglaterra, sino también sobre el retiro de Castro, la Ley de Seguridad
Interior, la revocación de la neutralidad de la red y las jornadas electorales en
Cuba, Rusia, Brasil, Colombia, Venezuela y, por supuesto, en México. La gente
defenderá con fervor sus puntos de vista, películas favoritas, equipos
deportivos, religiones, relaciones destructivas, amigos tóxicos y partidos
políticos, y no será sólo por necedad o ignorancia, como en ocasiones llegamos
a pensar que sucede. Será más por un instinto de protección de nuestra
identidad, que se siente amenazada cuando una nueva idea cimbra nuestros
fundamentos, lo que en muchas ocasiones traducimos instintivamente como un
ataque a nuestra persona o modo de vida y, como ante cualquier agresión,
procederemos a defendernos citando fuentes indiscriminadamente, elevando la voz
hasta silenciar la discusión o demandando nuestro derecho a que se tolere
nuestra intolerancia.
Pero si logramos mantener controlados los temperamentos
y aceptamos las premisas de que la gente no cambiará de opinión de la noche a
la mañana, especialmente si su medio de vida está en discusión, y que ambos
bandos de una discusión son susceptibles a estar equivocados, tal vez realmente
podamos sembrar una diferencia, incluso en nosotros mismos. Tal vez así podamos
disfrutar Episodio VIII como lo que
es. Una película.
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