jueves, 4 de enero de 2018

Middle Age Freak: Discutiendo lo Indiscutible


Como muchas personas (quiero creer que la mayoría), disfruté Star Wars Episodio VIII como lo que es: una película. Entretenida, visualmente espectacular, con defectos y virtudes, pero al final de cuentas una película y nada más. También, como mucha gente, atravesé con precaución la zona del spoiler durante el fin de semana de su estreno y, posteriormente, crucé con mayor cuidado la zona de batalla entre las facciones a favor y en contra de la película, sin tomar realmente ningún partido. Así transcurrió gran parte de diciembre.



Lo curioso se presentó tras la segunda semana de su estreno, ya cuando el furor del estreno y las críticas, constructivas y destructivas, se había desvanecido y la gente ya no opinaba mucho de la película. Fue cuando noté que en mi muro de Facebook seguían apareciendo posts de una misma persona, esgrimiendo argumentos —propios o de terceros —a favor de Episodio VIII, minimizando las opiniones de los detractores comparándolas con opiniones similares sobre otras películas de la misma saga. No pasaba un día en que no apareciera un par de post de la misma persona, defendiendo una película que ya a nadie interesaba y tomando el estandarte de una batalla que nadie estaba peleando.


La verdad sea dicha, esta persona trabaja directamente con la editorial que publica los comics de Star Wars en México y tiene un cargo relevante en la producción de los mismos, así que su incesante cruzada a favor del Episodio VIII va más allá de una mera afición, se trata también de proteger su fuente de ingresos. Comprensible, cierto, pero no menos fastidioso. Por otro lado también encuentro interesante las posturas que adquieren algunas personas que consiste en no necesariamente defender una postura con argumentos sino de categóricamente negar el punto de vista contrario alzando la voz, negando con la cabeza, bajando la mirada o simplemente alejándose, sin dejar de repetir que Episodio VIII es lo peor/mejor que le ha pasado a Star Wars, incluso cuando ya nadie los está escuchando.


Varias veces me he preguntado por qué la gente reacciona de esa manera, defendiendo con pasión desmedida una postura sin dar pie a un diálogo o que algún bando acepte que estaba en un error. Especialmente este último mes, donde han abundado argumentos como: ese no es el Luke Skywalker que conocí; fue el mejor final para su personaje; no es el Star Wars con que yo crecí; es la mejor película de Star Wars en muchos años; no me significa nada; lo es todo para mí; es buena; es mala; estás bien; estás mal.



Este tipo de conversaciones serán comunes durante este año en cualquier comida familiar, reunión de amigos o lugares de trabajo, y no solamente sobre el estreno de Infinity War o Ready Player One, el nuevo mega-evento de Marvel o DC Comics, el Mundial de Futbol o la boda real en Inglaterra, sino también sobre el retiro de Castro, la Ley de Seguridad Interior, la revocación de la neutralidad de la red y las jornadas electorales en Cuba, Rusia, Brasil, Colombia, Venezuela y, por supuesto, en México. La gente defenderá con fervor sus puntos de vista, películas favoritas, equipos deportivos, religiones, relaciones destructivas, amigos tóxicos y partidos políticos, y no será sólo por necedad o ignorancia, como en ocasiones llegamos a pensar que sucede. Será más por un instinto de protección de nuestra identidad, que se siente amenazada cuando una nueva idea cimbra nuestros fundamentos, lo que en muchas ocasiones traducimos instintivamente como un ataque a nuestra persona o modo de vida y, como ante cualquier agresión, procederemos a defendernos citando fuentes indiscriminadamente, elevando la voz hasta silenciar la discusión o demandando nuestro derecho a que se tolere nuestra intolerancia.


Pero si logramos mantener controlados los temperamentos y aceptamos las premisas de que la gente no cambiará de opinión de la noche a la mañana, especialmente si su medio de vida está en discusión, y que ambos bandos de una discusión son susceptibles a estar equivocados, tal vez realmente podamos sembrar una diferencia, incluso en nosotros mismos. Tal vez así podamos disfrutar Episodio VIII como lo que es. Una película.

Excepto por Finn. En serio, Finn nomás no funciona.

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