martes, 11 de noviembre de 2014

Middle Age Freak: Camcorder Guy (II)


Hay muchos aficionados a la cámara de video (o camcorders) que limitan sus actividades a la grabación de eventos familiares o populares, con la intención de presentarlos de forma íntegra, tal y como fueron filmados, para finalmente preservarlos de la misma manera. Sin embargo, también hay otra clase de aficionados. Aquellos que, luego de ver su grabación, o incluso mientras la están realizando, visualizan aquellas imágenes de manera distinta; alterando el orden de las secuencias, desplazándolas en cámara lenta o rápida, con música de fondo reemplazando el sonido ambiental o mezclándose con el mismo, y abriendo la grabación con un título de letras grandes con filos dorados y sobre un fundido negro, que lentamente se disolverá para llevarnos a la primera escena.

Y antes de darnos cuenta, el fan de las filmaciones caseras se ha convertido en editor.



Mis primeras ediciones de aficionado fueron para mejorar mis grabaciones hechas en convenciones de comics. En aquel entonces y en mi caso particular, realizar una edición de video era pasar mínimo dos horas frente a la pantalla de la televisión, con la cámara y el stereo conectados a la videograbadora, retrocediendo y avanzando la cinta una y otra vez para grabar las secuencias deseadas, pasar dicha grabación editada de vuelta a la cámara de video y finalmente regresarla al VHS, incluyendo una pista musical de fondo, previamente sincronizada con la grabación. Todo este trabajo para presentar un video de 5 a 10 minutos, que posteriormente se preservaba con un cuidado solo comparable al que le prodigamos a una antigüedad familiar. ¿Y no podrían estos videos ser considerados antigüedades de la era audiovisual?


Obviamente yo era muy arcaico, incluso para esos años. Con el tiempo llegaron a mis manos revistas especializadas para los “camcorders” y pasaba las horas viendo características de las mesas de edición caseras, los efectos de superposición o transiciones que podían realizarse y lo fácil que era manejarlas. Nunca conseguí una de estas mesas. Sólo las veía en las revistas, suspiraba y regresaba a mi estación de edición improvisada.


Sin embargo, creo que lo que no ha cambiado es el carácter perfeccionista propio de un “camcorder” que también realiza edición: buscando la perfecta sincronía entre su imagen y el sonido, trabajando cortes o transiciones que involucraran un significado por sí mismos. Cazando desde el momento de la grabación el encuadre perfecto, pensando en lo bien se verá en la edición final. Y mientras su mente tararea la melodía que incluirá en el fondo, trata de recordar en que CD la tiene guardada. Un “camcorder” que se limite a documentar momentos sin mayor interés, conserva sus grabaciones en formato de velocidad EP, para optimizar el espacio en sus cintas. Mientras, el editor perfeccionista guarda sus grabaciones en formato SP, buscando preservar la calidad de las mismas por encima de la cantidad.


Finalmente, como todo cineasta en ciernes, este video aficionado no se siente satisfecho con su trabajo hasta que alguien más lo ve, particularmente alguien ajeno a su círculo de amigos y familiares, y quien pueda darle una opinión sincera sobre su trabajo, la cual generalmente será favorable, un pulgar arriba mientras que en su cabeza sólo puede pensar en lo grotesco y mal realizado del video.

Pero al ver la expresión feliz y satisfecha del videoaficionado ante el resultado en la pantalla de televisión, sabe que en realidad nunca le dirá lo que realmente piensa.

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