Escenario: Domingo, alrededor de las tres
de la tarde. Dentro del transporte colectivo tipo combi (vehículo aún recurrente
en las rutas del Estado de México) y viajando de Los Reyes, La Paz , hasta Tepalcates, luego
de la visita familiar a una de mis tías, tanto para desayunar como para recoger
algunos viejos discos LP que habían apartado para mí, producto de un negocio
que discutiré otro día.
Protagonistas: Siete personas dentro de la combi,
incluyéndome. Todos los demás (cuatro hombres, dos mujeres) son jóvenes, aunque
de diversas edades, desde los 12 hasta los 16 años. Todos platicando
efusivamente en grupos de dos o tres individuos. Escucho nombres variados; Juan
Pablo (Pavlov, de cariño), Ignacio y Carlos.
Ocasionalmente alguno menciona “El Templo”, dándome a entender que vienen
saliendo de alguna actividad dominical evangelista.
Las
voces de Carlos e Ignacio se hacen escuchar. Carlos tiene 12 años, usa anteojos
y posee una actitud y conocimientos que denotan su “geekes”. Ignacio tiene 16 y
es el mayor del grupo, en edad y corpulencia,
pero su voz revela una actitud juvenil, no correspondiente a su edad. Ignacio le
pregunta a Carlos, emocionado, si ya ha visto el último trailer de Transformers. Habla de lo fregón que se
ven los efectos especiales y lo mucho que le gustan los agarrones entre Megatrón
y Optimus Prime. Carlos le responde que no ha visto el trailer, pero que ya
escuchó la canción de Linkin Park que
forma parte del soundtrack y que además ya vio video streaming del concierto
que dieron en Moscú. Además ya ha descargado de Internet el soundtrack de la
película anterior.
Pavlov platica con una de las chavas sobre
motocicletas, comparando máquinas de 900 contra 600 cilindros. Luego ambos le
preguntan a Carlos e Ignacio si ya han visitado las salas 4DX que presentan
algunos complejos cinematográficos. Carlos ha ido una vez, para ver Piratas del Caribe en el Fin del Mundo,
aclarando que lo único diferente que hicieron fue salpicarlo con agua.
La
combi circula velozmente sobre la Calzada Ignacio Zaragoza, paralelamente al convoy
del metro y pasando frente al Peñón del Marqués. Carlos e Ignacio hablan ahora
sobre la música en sus celulares. Intercambian audífonos y cada uno pregunta de
dónde descargaron tal o cual canción. La pantalla del celular de Ignacio es
solamente una mancha de colores, propia de un celular que ha sido golpeado lo
suficiente. Ignacio maneja el teclado con la destreza y conocimientos de quien
conoce los menús de memoria. Carlos se ajusta los lentes y le pide a Ignacio
que le mande por Facebook los
vínculos para descargar la rola de Green
Day que está escuchando en el cel de Ignacio.
Hablan
sobre actividades del templo, de la película que verán el miércoles y la cual
no será Transformers, todavía. Pasamos frente a la estación Guelatao y de reojo
veo el lugar donde antes estaba la bodega papelera, donde compré hace años una
carpeta con la impresión del cartel de la película El Fugitivo, con Harrison Ford, la cual conservo todavía. Trato de
recordar inútilmente donde estaba ubicada La
Tiendita del Horror,
tienda de comics de la vieja guardia de los años 90. Veo nuevos centros
comerciales en lugares antes dominados por bodegas y un tráfico fluido en una
calzada conocida durante años por su transitar lento a todas horas.
Llegamos
a Tepalcates y debo bajar. Abandono la combi con los discos bajo el brazo y
dentro de una bolsa-verde de almacén, mientras los comentarios y risas siguen y
finalmente se pierden sobre la avenida cuando la combi sigue su camino. Cruzo
los puentes para tomar el Metrobús que me llevará a Tacubaya, pensando en lo
rápido que ahora puedo recorrer una ruta que antes me tomaba más de dos horas. Deberé
visitar a mi tía pronto, nuevamente.
Pero
antes conseguiré una tornamesa.
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