jueves, 20 de noviembre de 2014

Middle Age Freak: Al mejor cazador, con 12 megapixeles…


Hoy, al medio día, asistí a una sesión de fotos del joven actor Taylor Lautner, organizada para los medios de comunicación y con motivo del estreno de su próxima película, Sin Escape, la cual no he visto y sinceramente no me interesa verla, pero la oportunidad de tener material fotográfico original de una celebridad rara vez la dejo pasar, además de que planeaba mostrarlas aquí, en Reino Geek.

Pero al mejor cazador se le va la liebre, además de que, para empezar, no soy el mejor cazador del mundo. Una falla del obturador, iluminación deficiente, multitud de fotógrafos, una mala elección de funciones de la cámara y solo dos minutos para tomar las fotos, dan como resultado cosas como esta. Sobra decir lo pésimo que me sentí y todo lo que me maldije en silencio tras revisarlas en la cámara.


Las malas fotografías, aquellas que no resulta como esperábamos, tienen peculiaridad de perderse en el tiempo, ya sea rompiéndolas y tirándolas a la basura, olvidándolas en alguna caja o borrándolas de la computadora. Incluso puede pasar que, con el tiempo, terminemos apreciándolas y recordando con afecto el momento en que las tomamos y las circunstancias que nos llevaron a una imagen mal enfocada, oscura, sobreexpuesta o pésimamente encuadrada.

Es en el justo momento al descubrir una mala fotografía cuando la frustración se presenta de una manera tan fuerte que parece que nunca desaparecerá. De inmediato reconsideramos los errores que cometimos al tomarla y hacemos conciencia de las mínimas probabilidades que hay para que las circunstancias de aquel momento se repitan: una boda o algún evento familiar; un bailable o graduación escolar; un accidente de tráfico; alguna celebridad que encontramos en la calle, en un restaurante o algún centro comercial; o aquel encuentro con nuestro cantante, escritor o artista favorito en algún evento publicitario, luego de pasar horas en la fila y, en algunos casos, pagar algún tipo de derecho para tomarnos la susodicha foto, sólo para descubrir luego que esta quedó sobreexpuesta o mal enfocada, y no podemos volver a tomarla. La celebridad se ha retirado, la fiesta o ceremonia ha terminado y en aquel momento sólo nos queda la frustración por una foto mal realizada.


Las cámaras digitales trajeron muchas ventajas tecnológicas: reducción del gasto en materiales (rollos y revelado), múltiples opciones para la captura de las fotos y, principalmente, la posibilidad de poder revisar una foto justo tras el momento de su captura. Esto nos ha quitado, en gran parte, aquella sensación tan especial al entregar un convencional rollo de película para su revelado, y esperar algunas horas o días para recibir las fotos procesadas, sacarlas de su sobre para de inmediato revisarlas con la expectación propia de quien no sabe lo que va a encontrar, para finalmente descubrir con enojo que el flash usado a menos de un metro puede ser perjudicial, o que usar un rollo de ISO 400 para un evento al aire libre y a medio día, no es una buena idea.

Ahora podemos ver desde, inmediatamente después de capturar una imagen, que tan malos fotógrafos somos en realidad. Y no importa lo mucho que avance la tecnología, con pantallas duales de cristal líquido, funciones manuales y automáticas, sensibilidad de las lentes, software de reconocimiento de rostros y demás. Siempre habrá momentos donde tomaremos fotografías a contraluz o con una exposición mayor o menor a la adecuada. Donde nos moveremos en el momento inadecuado o pongamos el dedo sobre la lente. O en mi caso particular, en la sesión de fotos con Taylor Lautner, utilizar la modalidad de retrato para una serie de fotografías que necesitaban una función más sencilla y rápida.


De nuevo, al mejor cazador se le va la liebre… Pero si juntara todas las que se me han ido, podría dedicarme a la cunicultura.

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