Regresar
al ambiente de las convenciones de comics, luego de varios años de no
participar activamente en una, me reveló dos cosas: Muchos aspectos en esencia
no han cambiado; la planeación que falla, el trabajo que resulta ser mucho más
que el imaginado, el tiempo que tiende a fluctuar a distintas velocidades
durante el día y esa tendencia involuntaria de omitir tu propia hora de comida.
La segunda revelación es que, pasando los treinta años, todo lo anterior ya no
se resiste como antes.
Es
cierto que la Comic Con
México prometió el regreso del antiguo estilo de las convenciones de comics en
nuestro país y del culto a la historieta norteamericana y mexicana. También es
cierto que la Comic Con
falló en mucho de lo prometido, principalmente por los problemas de su
organización interna, el retraso en su día de inauguración y los reajuste de horario
que debieron hacerse, además de la falta de información del programa dentro del
mismo recinto. Pero en verdad me impresionan más aquellos aspectos que se han
arraigado en las convenciones de comics actuales y que no van a desaparecer, por
más que se busque realizar una convención a la vieja usanza:
Gustavo
Martínez, fundador de Comics S. A., en una entrevista que le realicé para la
revista Conexión Manga hace ya algunos años, me dijo algo que he visto
cumplirse en varias ocasiones: El cómic, el producto base de la industria, ha
dejado de ser la base. Esto es evidente cuando vemos un mayor movimiento de
venta de productos derivados del cómic: Juguetes, figuras de colección,
playeras, tarjetas, etc. En verdad dudo que en un futuro cercano volvamos a ver
aquellos stands con largas cajas blancas de “back issue”, en espera del
coleccionista.
El manga
y el anime llegaron para quedarse. Actualmente es inconcebible separar
quirúrgicamente al manga del cómic en una convención, en especial cuando la
venta de ambos logró mantener a flote a varias tiendas, editoriales y
convenciones en años pasados.
Siempre
habrá un invitado internacional al que el público preste poca atención. En esta
ocasión fue Randy Martínez, ilustrador para la empresa de tarjetas
coleccionables Topps en varias colecciones de Star Wars y otras series. En años
pasados fueron Will Eisner o incluso Boris Vallejo.
Dentro
del cosplay la minuciosidad, el detalle y lo espectacular se ha vuelto la
norma. Se acabaron las épocas en que un solo disfrazado llamaba toda la
atención, como el Depredador de la
Conque o la enorme Mokona de dos dimensiones (plana, plana
como ella sola). No es porque ya no se realicen disfraces tan impresionantes,
es porque ahora casi todos son así. Es admirable el empeño de estos jóvenes
cosplayeros, sin duda, pero es muy ingenuo esperar que logren destacar por
mucho sobre los demás.
Es
cierto que las convenciones de comics no tienen la obligación de ofrecer
espacios gratis para los artistas independientes, pero es casi imprescindible ver
sus mesas en un rincón del salón (generalmente el más retirado de los
vendedores principales) donde realicen su trabajo, vendan sus bocetos o sus publicaciones
independientes. Son el punto intermedio entre los que apenas empiezan a dibujar
y los que ya son artistas consagrados. Son los que van en camino.
Hay
que tener condición física para recorrer los pasillos de una convención,
revisar mercancía, regatear con el vendedor, esperar turno para sacarte una foto
con tu cosplayero favorito, todo sin una zona definida para sentarte a
descansar. Por lo que siempre hay que improvisar una en un rincón de los
salones o en alguna conferencia poco concurrida.
Y
finalmente, lo que nadie podrá discutir. La comida que venden en las
convenciones siempre tendrá sobreprecio.
No
hay más que decir.
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