Lo primero que capturó mi atención al ver en persona a
George A. Romero fue lo alto que
era. Más de un metro con noventa centímetros que lo hacían verse imponente, aún
encorvado por los efectos de la edad, el cansancio y el fastidio de un evento tan
mal organizado como lo fue el Hallowfest
en octubre del 2011, para el cual asistió como invitado de honor.
¿Cuándo se vuelve válido decir que se conoce a George A. Romero antes de tenerlo enfrente
para realizarle una entrevista destinada a una página web y un video de YouTube? ¿Es cuando ya has visto toda su
filmografía, incluyendo aquellos filmes que el mismo director ha olvidado o
minimizado con los años? ¿Es si ya puedes recitar datos y trivialidades sacadas
de su biografía en Wikipedia o ficha
de IMDB? ¿O es cuando te enteras si
sus emblemáticos y gigantescos anteojos los usa de ese tamaño por costumbre,
gusto o prescripción médica?