jueves, 20 de julio de 2017

Middle Age Freak: Romero


 Lo primero que capturó mi atención al ver en persona a George A. Romero fue lo alto que era. Más de un metro con noventa centímetros que lo hacían verse imponente, aún encorvado por los efectos de la edad, el cansancio y el fastidio de un evento tan mal organizado como lo fue el Hallowfest en octubre del 2011, para el cual asistió como invitado de honor.

¿Cuándo se vuelve válido decir que se conoce a George A. Romero antes de tenerlo enfrente para realizarle una entrevista destinada a una página web y un video de YouTube? ¿Es cuando ya has visto toda su filmografía, incluyendo aquellos filmes que el mismo director ha olvidado o minimizado con los años? ¿Es si ya puedes recitar datos y trivialidades sacadas de su biografía en Wikipedia o ficha de IMDB? ¿O es cuando te enteras si sus emblemáticos y gigantescos anteojos los usa de ese tamaño por costumbre, gusto o prescripción médica?


No, en este caso tal vez puedo decir que conocí un poco mejor a George A. Romero cuando, ahogando una risa de frustración, nos confiesa antes que cualquier otra cosa que el Hallowfest fue un evento mal ejecutado desde sus cimientos, sin importarle que sus organizadores estuvieran a unos pasos de nosotros, fingiendo no escuchar esa sincera reprimenda. Nosotros, en cambio, reímos un segundo y nos disculpamos por los inconvenientes, motivados más por una conciencia nacional hacia los fanáticos que por solidaridad a los organizadores de dicho evento, quienes ya también nos debían varias. Y entonces hablamos de zombies.


¿Mi primer contacto con George A. Romero? Un VHS de La Mitad Siniestra reproducido en la sala de mi casa y el cual realmente no me dejó mayores recuerdos. Pero si hablamos de mi primer acercamiento consciente a su trabajo, afortunadamente puedo decir que fue con la misma obra por la que siempre será recordado; La Noche de Los Muertos Vivientes, en una función especial del festival Macabro en la Cineteca Nacional, en agosto del 2008. Como si se tratará de una pincelada en blanco y negro, la película borró todo los prejuicios y lugares comunes que ya tenía cimentados sobre el género, presentándome la paranoia, la angustia y la irónica de la situación por encima de los efectos especiales, lo grotesco y lo sangriento.

Uno no olvida películas de esta naturaleza. Incluso —todavía mejor— te acompañan el resto de tu vida, surgiendo repentinamente en tus charlas de sobremesa, en tu percepción de las noticias diarias y en la creación de tu propio trabajo. Posteriormente estás dividiendo tu apreciación de estas criaturas monstruosas entre zombies-corredores de Snyder, infectados de Boyle o zombies de Romero, considerando esta como una clasificación tan inalcanzable y digna, a la vez que impracticable y poco atractiva para un público más joven.


Fue hasta el 2011 que nuevamente volví a pensar en George A. Romero, en sus aspectos más intrascendentes como su imponente altura y sus visitas anuales a la casa que tenía en Los Cabos para vacacionar. La entrevista que le realizamos entonces para Reino Geek fue en el mismo hotel donde se hospedó y donde también se celebró el malogrado Hallowfest. Dicho hotel resulta estar bastante cerca mi casa, paso con frecuencia frente a este y en esos momentos me permito recordar detalles de este encuentro, como la facha en la que yo me encontraba ese día, lo incómodo que Romero estaba por tener que dar una entrevista más en el único día libre que los organizadores del evento le habían otorgado y lo noble que se portó al no descargar esa frustración con nosotros, si bien me pareció que su mujer sí nos quería asesinar con la mirada.


¿Qué guardo de ese último contacto con George A. Romero? El recuerdo de una charla semi-formal sobre su apreció a la comunidad de fans mexicanos; su carácter tranquilo y humilde, propio de un director que siempre prefirió trabajar con presupuestos bajos para tener mayor control de su obra; su honesto asombro al saber que tiene, en igual medida, fans de setenta años que de quince; la revelación ante mis ojos de que nunca le llamó zombies a su creaciones, pero dejó que la gente lo hiciera; así como su fascinación por las marchas zombies en varios países. Sí, recordaré, al igual que la mayoría de ustedes, muchas cosas de George A. Romero y su cine.

Especialmente que era alto... Era bien pinche alto.



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