(Para los que apenas llegan a conocer este proyecto, se los explico: cada semana esta aplicación me arroja un tema al azar para escribir. Cada semana, entre domingo y lunes, publico el relato, cuento o reflexión que haya surgido de dicho tema, con la intención de juntar 52 relatos, o sea, un año de publicaciones)
Persona, lugar o cosa: Oxigeno |
7ª semana (del 22 al 29 de septiembre de 2013)
PLACEBO
Ángel Zuare
Cuando dejamos de vernos teníamos
poco más de 25 años y un amigo recién fallecido por cáncer pulmonar. No,
realmente no voy a llorar por un pendejo que nos mandaba al diablo si no
pensábamos como él y nos chantajeaba gimoteando para que hiciéramos su voluntad.
Pero sí me puso las cosas en perspectiva. Por eso decidí que no habría más
chupe hasta vomitar cada fin de semana; no más cigarros (la verdad ni les veo
el caso, nunca les agarré el gusto) ni parrandas; y principalmente no más
viejas apretadas con las que pasaba más tiempo convenciéndolas o embriagándolas
para llevarlas a la cama que realmente cogiéndolas.
No, todo eso cambió por
levantarse temprano por las mañanas para correr en el parque, inscribirse a un
gimnasio para levantar pesas en las tardes y darle a la bici estacionaria o al Abstoner por las noches. Cambié la
comida chatarra del refrigerador (sobras de pizza, pasta, garnachas, refresco y
pastelillos) por lechuga, toronjas, jitomates, atún en agua, queso fresco,
pasta integral y agua embotellada.
Cambié las parrandas de fin de
semana por salidas en bicicleta o citas en laboratorios para monitorear el
colesterol, el ácido úrico y la glucosa. Dejé las noches de videojuegos o de
navegar sin sentido en Internet para dormir mis ocho horas y poder levantarme
con ganas y sin ojeras. Y por eso mismo, por no estar dentro de Facebook no me enteré de la diabetes de
Sergio y los problemas de hígado de Luis. No hasta que Saúl me lo contó cuando me
llamó por teléfono para invitarme a la inauguración de su nuevo antro.
Nos vimos fuera de la vieja
cantina donde acostumbrábamos reunirnos en el centro de la ciudad. Saúl, contrario
al letárgico junkie con aroma a canabis
que recordaba, llegó muy animado y usando una fragancia de marca. Por lo que
supe luego la muerte de su padre le había caído muy bien. Así que nos pusimos
al día mientras caminábamos hacia su nuevo negocio...
-¿Un bar de oxígeno? ¿En eso
existe esa mamada?
-¡¡Por supuesto, wey!! Estuve en
Canadá una temporada, estudiando música, y ahí los conocí. Respiras una dosis del
tanque a través de la cánula y la sensación es increíble: Aumenta tu
concentración y tu energía, te baja el estrés y te mantiene alerta. ¿Traías
contigo resaca, dolor de cabeza o sinusitis? ¡A la chingada con ellos! Además
te relaja tooodo el cuerpo. Incluso se cree que dosis frecuentes remueven las toxinas
y curan el cáncer. ¿Te imaginas? Y si a eso le añades esencias de menta o
lavanda, pues la experiencia es mucho más fregona.
-Suena a ciencia ficción.
-Más bien a un episodio de Los
Simpson, ¿no? ¡Ja, ja, ja! Pero, ¿sabes algo? Esto no es nuevo. Cuando se
descubrió el oxigeno como elemento se pensaba que podría embotellarse y
venderse como vino francés. Incluso Julio Verne especuló que los beneficios del
oxígeno aplicado de esta manera podrían energizar apasionadamente los teatros o
zonas de trabajo. De una nación exhausta
se puede crear una fuerte, creo que fue lo que escribió.
Reí con ganas hasta que llegamos
a su bar: mOOn, le había bautizado.
Seguí riendo hasta que, literalmente, Saúl me conectó la cánula nasal y me
permitió probar una dosis. Lo que le siguió entonces fue una lúcida charla
sobre el pasado y el futuro, sobre nuestros portafolios de inversiones, el nivel
de grasa corporal en nuestros cuerpos, las rutinas del gimnasio y nuestras
tiendas de ropa favorita. Todo complementado mediante dosis de oxigeno con fragancias
de menta, frambuesa, especias y mi favorito; pino canadiense.
He regresado al mOON en varias ocasiones, incluso si
Saúl no está. Voy por una dosis de oxigeno al noventa y siete por ciento cada
tercer día. No soy adicto, pero me siento con más energía para el ejercicio y con
mayor lucidez para el trabajo. Cuando se lo comenté a Sergio este no perdió
tiempo para alegar que tanto oxigeno podría ser perjudicial para nuestro
organismo, acostumbrado a dosis regulares de veintisiete por ciento, y que los
efectos que sentía podrían ser solamente un efecto placebo. Pero claro, ¿qué
confianza se le puede tener a un triste diabético que apenas puede caminar tres
cuadras antes de empezar a sudar?
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