lunes, 28 de octubre de 2013

Los Otros 52, 11a Semana. "Fuera de Registro"

Asistente de una celebridad

FUERA DE REGISTRO

Ángel Zuare
Siempre que viene a México, por trabajo o de vacaciones, me llama para que trabaje como su asistente durante el tiempo que esté aquí. Ahora fue por trabajo y eso es bueno. Trae la cabeza puesta en otras cosas que cuando está de vacaciones con su esposa y la  niña.

Cuando trabaja anda de arriba para abajo atendiendo juntas, a los medios, en los eventos masivos, manteniendo su imagen y sonrisa de galán y hombre de éxito mientras yo ando tras él llevándole el café o el agua que quiera, asegurándome que la lavandería del hotel tendrá su ropa a tiempo y que el restaurante no le prepare nada que no pueda comer, y cada vez hay un nuevo alimento prohibido en su lista.

A veces tengo que traducir cuando lo entrevistan y si las preguntas lo enojan empieza a hablar demasiado rápido para acabar pronto, mirándome como si esperara que yo tradujera igual. Me entrega los dos teléfonos que usa, indicándome que llamadas debo pasarle, cuales debo atender yo y a quienes debo ignorar. Si supieran a quienes he tenido que colgar, no lo creerían.


Durante ese tiempo desaparezco de mi propia vida y me vuelvo su sombra. Supongo que eso es obvio. Nadie sabe mi nombre, se refieren a mí como su asistente, su encargado, su traductor, su chofer o secretario.

No te lo imaginas ebrio. Cuando el trabajo termina siempre quiere que lo lleve a divertirse, a tomar algo. Y sabe que conozco lugares donde estará seguro. Él y su imagen. Yo jamás podría pagarme esos lugares, pero con los números de sus tarjetas sólo tengo que hacer unas llamadas. No es un ebrio insoportable, al contrario. Continúa siendo carismático y sonriendo ante las cámaras de celular cuando le piden una foto o las chicas más aventadas le piden un beso en la mejilla. Es un pinche encanto.

El problema es cuando lo regreso a su hotel. Siempre insiste en que me quede. Ahí se pierde todo el encanto, ¿sabes? De los posters y películas no queda nada, sólo su aliento alcoholizado que me deja impregnado en todo el cuerpo y su sudor, que huele todavía más extraño. Supongo que por todas las porquerías que se inyecta o come. Me deja marcas rojas en el culo pues le encanta dar nalgadas hasta que casi me deja sin piel. Y si te niegas o le quitas la mano te empuja el rostro contra la almohada hasta casi ahogarte.

Todo sigue así hasta que finalmente se viene y cae dormido, roncando como motor descompuesto. Y yo tengo que arreglarme y salir antes que despierte, pues le molesta mucho si me ve en la misma habitación por la mañana. En el desayuno actúa como si nada hubiera pasado, pero si le cierran algún almacén o tienda para comprarse ropa, tengo que estarlo viendo cambiarse, desnudarse y volverse a vestir, mirándome a través de los espejos y recordándome con sus ojos que tampoco tendré libre esa noche.

¿Crees que eso es malo? Lo prefiero a sus vacaciones. Tengo que reservarle boletos de avión, habitaciones de hotel, siempre dos, atracciones y organizarle el itinerario, antes de que yo viaje al mismo destino que él, pues hay que estar atento a lo que necesite él, su esposa o su hija.

Lo peor en esos casos es guardar la distancia. Siempre atrás de él, viéndolo en la playa o en alberca, con su traje de baño ajustado, besando a su mujer y cargado a su hija. Tengo que verlos entrar en habitaciones distintas antes de regresar a mi propio hotel, más sencillo, pues ni siquiera me quiere en el mismo edificio. Creo que esas son las mejores actuaciones que ofrece, porque ni siquiera es tan bueno. Si no fuera por el valor como imagen pública que tiene con su iglesia, sería un actor mediocre más... O tal vez uno mejor, por aquello de la adversidad.

¿Crees que guardo la esperanza o idea de que un día cambie? ¿De que salga del closet y que descubra que realmente a nadie le interesa su secreto a voces? ¿Sabes la cantidad de contratos y acuerdos de confidencialidad que he tenido que firmar para mantener este trabajo? No espero nada y no me molesta en absoluto, el dinero es lo bastante bueno como para mantener todas las fachadas que él quiera. Lo malo es que, cuando los tragos se le cruzan y lo invade la inseguridad, afianza los términos de nuestro contrato con algunas amenazas verbales y un par de golpes. De ahí este moretón que vez aquí. Me lo dejó ayer, horas antes de volar de regreso a Los Ángeles, cuando se me ocurrió pedirle que me dejara bañarme en su ducha antes de retirarme del cuarto. Hacía mucho calor y el olor...

...

A veces le hablo a su mujer o chateamos por Internet. Es un encanto de chica. Tenía mucho futuro como actriz antes de convertirse en esposa alquilada, yo supongo. Y no dudo que ella lo sepa. A veces, cuando hablamos, siento que cada uno experimente pena por el otro. Pero más lo lamento por la niña. ¿Saben que ya escogió a qué internado la mandará cuando cumpla seis años? No, realmente no espero nada...


Entonces, todo esto que hemos hablado, queda fuera de registro, ¿verdad?


-Sí. Fuera de registro- mentí. Él sonrió y, con su propia mano, apagó la grabadora.

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