miércoles, 16 de noviembre de 2016

Middle Age Freak: Don Alejo, Una Madrugada de Noviembre


Recuerdo que lo primero que pasó por mi mente al escuchar la noticia -hace seis años-, al leerla en portales de Internet y en redes sociales, al enterarme de los hechos mezclados entre los rumores, fue haberme preguntado; ¿en qué estaba pensando ese hombre? Y no en el sentido peyorativo que podemos imprimirle a esta expresión. No, literalmente me preguntaba en qué estaría pensando Alejo Garza Tamez esa madrugada del 14 de noviembre del 2010, mientras esperaba, parapetado dentro de su rancho San José, a los miembros del cartel de los Zetas que, un día antes, lo habían amenazado para que les entregara su propiedad.


La historia fue bien conocida en todo México. Las redes sociales, los medios de comunicación convencionales y la política del gobierno calderonista se encargaron de ello. Y la mayoría lo ensalzaron como un héroe, convirtiéndolo en un mártir y símbolo de la guerra contra el narcotráfico. Un hombre que eligió cómo y cuándo morir. El héroe del bicentenario. En poco tiempo surgieron los homenajes, las notas y reportajes dedicados, junto con los obligados corridos de música norteña.

También hubo llamadas a la resistencia en la zona norte del país y a la recuperación de las tierras dominadas por los carteles. Llamadas que, con el paso de los años, se convirtieron en guardias blancas y grupos paramilitares que enfrentan la presencia de estas organizaciones criminales y, en varias ocasiones, a la policía y ejército que pueden o no estar confabulados con ellos.


Surgieron también las crónicas y semblanzas de este hombre, ensalzando su trabajo como empresario, sus habilidades como cazador deportivo, su labor como promotor de la avicultura y su trato cordial, templado y caballeroso con familiares, amigos e incluso con los narcotraficantes que buscaron amedrentarlo para quitarle su propiedad. En menor medida también surgieron detractores que buscaron minimizar el acto cuestionando las intenciones de Don Alejo y el orden de sus prioridades que lo llevaron a proteger bienes materiales por encima de su propia vida y la posibilidad de compartir más tiempo con su familia.

En seis años el furor del fenómeno mediático de don Alejo se ha reducido casi hasta el olvido. Y sin embargo, hasta este momento, la misma pregunta ha seguido presente en mi cabeza. ¿En qué estaría pensando?

Me pregunto en qué momento decidió enfrentar armado a sus extorsionadores. ¿Al momento de verlos marcharse o tras despedir a sus trabajadores, indicándoles que no se presentaran a trabajar al día siguiente?


No dejo de preguntarme cómo decidió que sólo él, con sus armas de caza deportiva, podría darle batalla a grupos que se habían enfrentado a fuerzas militares con artillería mucho más pesada. ¿Cómo trazó su estrategia de resistencia y a qué le supo lo que fuera que cenó más tarde? Y al caer la noche y la oscuridad sobre San José, ¿acaso consideró arrepentirse y marcharse, o la obstinación y voluntad que podría esperarse de un hombre de 77 años lo mantuvo firme en su puesto? ¿Bebió algo para mantenerse caliente y aliviar la ansiedad? ¿Qué pensaba, sentado sólo, en la oscuridad de las habitaciones de su casa, posiblemente con un arma cargada entre sus manos? ¿Había entereza y confianza en salir con bien de la situación, o resignación ante lo que se antojaba inevitable? 

¿Qué fue lo que pensó al escuchar los primeros vehículos acercarse en la madrugada? ¿Quién disparó primero? ¿Cuántas veces maldijo su suerte o la de los otros mientras se cubría de las balas, que posteriormente se convirtieron en explosiones de granadas contra su puerta? ¿Cuáles fueron sus últimos pensamientos en el cuarto de baño donde se pertrechó al final, con dos armas entre sus manos y mientras las esquirlas de las granadas drenaban sus últimos minutos de vida?


Preguntas que realmente nunca responderemos. Pero nos conformaremos con suposiciones, relatos heroicos, corridos mal escritos, coberturas mediáticas tendenciosas o reaccionarias, a favor o en contra, y sabiduría de Facebook y Twitter. Y solo en contadas ocasiones pensaremos en la oscuridad alrededor de un hombre armado, en una madrugada de noviembre.

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