jueves, 30 de octubre de 2014

Middle Age Freak: Todo terminó bien…

 
¿Se dan cuenta que desde el estreno de la primera película de Harry Potter hasta hoy, con la octava y última parte de la saga, han pasado más de diez años? Toda una década, una brecha generacional completa. Yo tenía 22 años cuando se estrenó la Piedra Filosofal. Trabajaba en Editoposter, dentro de la revista Conexión Manga, y colaboraba para Revista de Revistas, del Excelsior. Eran buenos años.

Antes de cualquier otra cosa debo hacer una aclaración: Yo soy un detractor de Harry Potter tan serio como lo puede ser alguien que en realidad no ha leído los libros por completo, dada la falta de interés que tuve al leer el primero. Eso es algo que debo corregir en los años que vienen, aunque en realidad sigo poco interesado por su ambientación tan arcaica y tan brutalmente separada de una realidad tangible y cambiante como es la que vivimos. Pero los leeré algún día, eso lo aseguro.



Con las películas la situación ha sido diferente. La Piedra Filosofal y la Cámara Secreta fueron producciones entretenidas que, desgraciadamente, palidecían ante las primeras entregas de El Señor de los Anillos, que se estrenaron también en diciembre del 2001 y 2002, respectivamente. El Prisionero de Azkaban, la primera película de la serie, que se estrenó fuera de la temporada decembrina y tras un retraso de medio año, en realidad fue una revelación y un reflejó de una época donde los directores de cine mexicanos se abrían paso en el extranjero. Nombres como Guillermo del Toro, González Iñarritu y, en este caso, Alfonso Cuarón, causaban ruido en E. U. y Europa.


Ciertamente muchos no esperábamos en el 2005, tras el estreno del Cáliz de Fuego, que la saga cinematográfica siguiera. Los rumores de que las últimas películas serían producciones menores lanzadas directamente al mercado del videohome eran muy fuertes entonces. Pero las películas siguieron bajo la batuta de un único director, David Yates, generando las que podrían considerarse como las peores adaptaciones de la serie, antes de Reliquias de la Muerte, parte 1, que, contrario a lo que muchos considerábamos como una tontería en su momento, resultó ser la idea más adecuada el separar el último libro en dos partes.

Finalmente en este año hago conciencia de los largos caminos que han recorrido, paralelamente, la producción de estas películas y el público que las disfrutó cada año. En ese tiempo muchos terminaron sus carreras profesionales y empezaron su vida laboral. Algunos otros recién ingresaron a la universidad o en ciertos casos habrán pasado por ambas transiciones durante estos diez años. Otros más se han casado y/o tenido hijos. Unos cuantos, en el 2001, tendrían la misma edad de Harry Potter cuando empezaron sus aventuras y crecieron paralelamente con él, teniendo 18 años o más ahora que asisten a ver esta última película, con una solemnidad muy diferente a la que podríamos tener las personas de mi edad o más jóvenes. Son una afortunada generación que compartieron un periodo de tiempo muy particular y que ahora llega a su fin. Creo que ese es el aspecto más relevante que nos han dejado estas películas: La gente que las disfrutó.


Particularmente el final de esta serie significa para mí algo muy diferente. Me trae a la memoria el recuerdo de un amigo y colega, gran seguidor de la saga y que colocaba los libros por encima de las películas. Desgraciadamente, como si fuera parte de un giro argumental digno de Rowling, falleció antes de poder leer el último libro de la serie. Ahora que regreso de ver Reliquias de la Muerte, parte 2, la última película que veremos en muchos años, si pudiera tener la oportunidad de enviarle un mensaje, solo le diría esto:

Terminó bien, Negro…  Todo terminó bien.

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