En algún lado leí o escuché, por televisión o radio, que se referían a Cancún como una ciudad relativamente joven, con menos de 40 años como destino turístico y que actualmente se ha convertido en uno de los lugares más visitados del país, superando por mucho al saturado Acapulco, al malogrado Veracruz y a los sobrevaluados Puerto Escondido y Huatulco. Y no es que Cancún sea mejor que todos estos lugares, pero ha logrado distinguirse y desarrollar un encanto gracias a su falta de identidad zonal.
Durante
un par de años mi madre tuvo que trabajar en Cancún, pero antes de que piensen
sobre lo afortunada que fue, debo aclarar que ella no es gente de calor, así
que fue más un suplicio que un placer. Sin embargo eso me permitió ir a
visitarla con frecuencia y así conocer Cancún mejor que otros lugares que he
visitado.
Nunca
he conocido un destino turístico que viva tanto del mismo como Cancún. Su
economía, trabajo y las vidas de sus habitantes giran en torno al turismo.
Desde sus niños hasta sus ancianos trabajan en los centros comerciales,
abundantes y que representan los atractivos turísticos más visitados por la mayoría
de los viajantes, superados sólo por sus playas más populares, la reserva
arqueológica de Tulum, los parques y acuarios ecológicos de Xcaret y Xel Ha, el
boulevard comercial de la
Quinta Avenida en Playa del Carmen y sus islas cercanas;
Cozumel e Isla Mujeres.
Durante
estas visitas me sorprendió el costo de la vida general en Cancún, con un 10%
por ciento de sobreprecio, en comparación con la Ciudad de México, tanto
para la comida en un restaurante de cadena o para el refresco de lata en una tienda.
Entonces,
¿por qué nos atrae Cancún de tal manera? ¿Por qué se nos antoja como el destino
de playa definitivo en México? ¿Será por esa falta de identidad propia o
nacional y que nos permite ser libres de cualquier imagen que necesitemos
transmitir habitualmente? Es aquí donde podemos disfrutar una representación de
bailes nacionales o un show pirata mientras degustamos una cena de tres tiempos
o donde los jóvenes locales (que no acostumbran ir a los antros de la zona
hotelera) se reúnen en los Oxxo u otras tiendas de conveniencia, que en Cancún
abundan mucho más que cualquier tiendita de la esquina.
¿Y
para la comunidad freak que hay en esta ciudad? Sin duda esa misma falta de
identidad y las posibilidades para disfrutarla mejor. Perderse un rato en la
zona hotelera frente a la entrada del Hard Rock Café o el Coco Bongo; recorrer
con ociosidad sus centros comerciales donde se pueden encontrar juegos
originales de Playstation 1 a
precios que enfurecerían a nuestros comerciantes de Plaza Meave; probar por
primera vez una hamburguesa de avestruz (cuyos criaderos abundan en el estado)
o la mejor pasta que he probado en mi vida en los pequeños restaurantes que las
familias locales improvisan en los patios de sus casas. En Cancún también
redescubrí el verdadero sabor del pescado en los restaurantes del Mercado 28 o
en Playa Tiburón, en Isla Mujeres, donde su pescado asado con adobo tipo tikin
xic me vuelve agua la boca con sólo recordarlo.
Luego
de amanecer en los antros, de asolearse y nadar en sus playas, de conocer sus
parques y puntos de interés y de recorrer los centros comerciales, sólo queda
perderse un rato entre las calles de la ciudad, cuando la tarde sucumba y la
noche se asome. Tal vez encuentren precisamente aquello que no están buscando,
como una librería de viejo llamada Needful
Things, nombre que nos remite a la novela homónima de Stephen King. Y en
palabras del propio King: Es muy probable
que el lugar donde creciste sea igual a éste. Gente que se acalora por la
religión, gente que sufre decepciones amorosas, gente que guarda secretos,
gente que alberga resentimientos… e incluso una historia escalofriante de vez
en cuando…
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