¿Cuál ha sido el invento más importante de los últimos 10 años? |
SMARTPHONE
Ángel Zuare
¿Te has dado cuenta que no has
tenido que memorizar un número telefónico desde hace más de veinte años? A ver,
dime uno de memoria, ahorita, de alguien cercano a ti, el de tu papá o de tu
novia, a ver…
No quería darle la razón a
Gabriel, así que estuve a punto de inventarle un número, pero él apuró su
cerveza de un trago y siguió platicando: -Todos esos teléfonos los tenemos
apuntados en la memoria de nuestros smartphones.
Incluso los de aquellas personas que conocimos una vez y no hemos vuelto a ver.
¿Sí recuerdas a mi hermano, el galancete? ¿Sabes cuántos números tiene
registrados en su teléfono bajo nombres como la gorda, la flaca, la gorila o la
niña de El Aro? Por eso es que nos
asustamos cuando perdemos un teléfono. Porque perdemos una parte de nuestra
vida social a la que no tuvimos la precaución de realizarle un respaldo.
No pude negarle eso, yo mismo,
sin darme cuenta, había perdido un teléfono en el auto de Gabriel hace unas
semanas. Había pasado la noche en vela marcándome a mí mismo desde la casa,
hasta que él me llamó para decirme que lo tenía.
Gabriel acabó con su cerveza y
pidió otra. No estaba preocupado por él, pero me llamó la atención lo apurado
que había llegado al Barón Rojo, pidiendo
una cerveza antes de siquiera saludarme y, principalmente, lo platicados que se
hallaba esa noche.
-Los smartphones son maravillosos, ¿no crees? El invento de la década…
Bueno, aunque la idea de un dispositivo que mezclara servicio telefónico y
procesos de cómputo existe desde los años setenta, y los primeros comenzaron a venderse
a principios de los noventa, ¿recuerdas?
Lo negué con un gesto mientras
también pedía otra cerveza. En lo que nos servían, Gabriel sacó su teléfono
celular del bolsillo de su camisa. Era un modelo no mayor de seis meses, en
comparación con otros más actuales. Navegó entre sus aplicaciones de redes
sociales mientras seguía platicando conmigo, con ese porcentaje de atención
ambivalente que cualquier usuario de smartphone
le dedica a su entorno, y que, sin embargo, Gabriel no lo hacía sentir como una
grosería o falta de atención:
-Mi primer smartphone me lo dieron como consignación en la agencia, para un trabajo
donde debía monitorear sus funciones y ver cómo se relacionaban con el uso
cotidiano. Su pantalla todavía era resistiva, así que necesitaba usar un stylus, pero todo estaba ahí: la conexión
a Internet, aplicaciones, fotografía y video, manejo de contactos y de
archivos, todo. Hasta entonces yo venía utilizando un teléfono de gama media y
me sentía a gusto así. Pero ese smartphone
cambió mi mundo. Cuando tuve que regresarlo a la agencia realmente me sentí mal.
Tanto que a la mañana siguiente fui al centro comercial para comprar uno.
Desde entonces he venido actualizándome.
¿Recuerdas que tenía una Palm y
pensaba que era el mejor organizador digital del mundo? No he vuelto a tocarlo en
años. He tenido modelos Sony, Nokia,
Samsung y hasta HTC. He usado sistemas Windows Mobile, Blackberry, Windows Phone, Android
y hasta webOS. Incluso tuve un
iPod, a pesar de su falta de
compatibilidad con otros dispositivos. Creo que es el único que he terminado arrojando
al otro extremo de un cuarto, cuando no pude sincronizarlo con la computadora
de escritorio.
Cada uno dio un trago a su
cerveza. Gabriel seguía conectado a Internet, revisando una dirección en un mapa GPS.
-Porque de eso se trata esta maravilla. De comunicación, ¿no lo crees?-
prosiguió. -Más allá de poder marcarle a alguien con un toque sobre una pantalla,
de subir fotografías o video de lo que comemos a Facebook, de acosar a una ex o de compartir filosofía de ciento
cuarenta caracteres a través de Twitter.
Se trata de estar verdaderamente conectado y ver lo que podemos hacer con ello.
De compartir el conocimiento empírico de una forma que nunca se imaginó. De
ayudar a localizar a una persona desaparecida, de avisar y difundir cuando se
necesite sangre para una transfusión o de apoyarse mutuamente cuando alguien ha
sido víctima de un crimen.
-Bueno…- le interrumpí. –Si te
asaltan y roban tu teléfono, no servirá mucho el nivel de conexión que tangas
con él.
-Cierto- aclaró Gabriel mientras
sonreía al compartir por Facebook la
localización GPS que había estado
revisando. –Y como dije antes, perder un smartphone
es la muerte para unos. A mí no me gusta arriesgarme, por eso llevo dos
teléfonos conmigo. Este, el más nuevo que tengo, y uno de generación anterior
que ya no uso ni para reproducir MP3.
-¿Por qué no lo vendes? A mí me
serviría uno de tus teléfonos viejos. Deben ser mejores que el que tengo ahora.
Déjame verlo..
-No puedo mostrártelo.
-¿Por qué no?
-Porque me lo acaban de robar…
Hice girar la botella entre mi
mano mientras pensaba si había escuchado bien lo que Gabriel había dicho,
mientras él seguía monitoreando su publicación en Facebook. -¿Te lo robaron? ¿Cuándo?-pregunté.
-Hace menos de una hora, mientras
me dirigía hacia acá. En el microbús que corre sobre el Circuito.
-Pero… ¿Cómo?
-Dos muchachos subieron al camión
y luego levantaron sus pistolas, gritando que era un asalto. Eran escuincles, sus
armas bien pudieron haber sido de juguete y gritaban a todo pulmón para ocultar
lo nerviosos que realmente estaban. No lastimaron a nadie y rápidamente pasaron
entre todos, despojándonos de carteras y teléfonos. No me preocupé por lo uno
ni lo otro, también cargo una cartera vieja y vacía que uso de señuelo.
-Pues qué bueno que no pasó a
mayores y sólo perdiste un teléfono viejo. Pero ya ves, ¿de qué sirvió estar tan
bien conectado con un teléfono si terminaste perdiendo este.
-¿Quién dice que está perdido?-
contestó Gabriel mostrándome la pantalla de su smartphone y el mapa GPS,
con un punto parpadeando en su superficie. -¿Y eso?- pregunté.
-Un localizador GPS del teléfono que me acaban de robar,
funciona incluso si está desconectado o apagado. Dice que está en la colonia
Santa María la Ribera, a unas cuadras de donde nos asaltaron.
-¿Y… Qué vas a hacer entonces?
-Nada.
Debí parecer bastante confundido
porque Gabriel dejó el teléfono a un lado y me miró directamente. –Te lo dije,
lo más importante de esto no es simplemente estar comunicados, sino ver qué
podemos hacer con eso. Ya sabes como ponerte en contacto con personas que están
hartos de la inseguridad y de la incompetencia de las autoridades. Personas a
las que no les agrada que criminales de esa naturaleza vivan junto a sus hijos
y que ya no están dispuestas a soportar pendejadas así. Personas que, en mayor
o menor medida, tienen un smartphone
o por lo menos una conexión a Facebook,
donde acabo de postear la posición actual de mi teléfono recién robado.
Un aviso de mensaje llegó al
teléfono de Gabriel, quien abrió su Facebook
y fue directamente a su inbox, donde
acababan de enviarle una fotografía de un muchacho, vestido con ropas oscuras. Su
cuerpo sangrante yacía sobre el pavimento de la calle, en una esquina poco
iluminada, y su cabeza lucía despedazada. Junto a él se alcanzaba a perfilar
las siluetas y piernas de, al menos, otras tres personas, sosteniendo trancas
de madera y barras de metal entre sus manos. Gabriel sonreía fascinado mientras
me enseñaba dicha foto en la pantalla de su smartphone.
-¿Notas el filtro que provoca ese
destello verde y el desenfoque, a pesar del flash..? Ese es mi teléfono... ¿No
es una maravilla?
* * *
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