Eres obligado a convertirte en Vampiro o en Hombre Lobo |
BIENVENIDO A TU VIDA. NO HAY VUELTA ATRÁS.
Ángel Zuare
Help me to decide. Help
me make the most of freedom and of pleasure.
Tears For Fears - Everybody Wants to Rule the World
Por un segundo no les importó su
mutua desnudez ni la sangre que goteaba de sus bocas, manchando el linóleo de
la sala, ni prestaron atención a los gritos de dolor provenientes del piso
superior. Lo único en lo que podían pensar en ese momento era el intenso deseo
que tenían por arrancarse la cabeza el uno al otro. Sólo por un segundo.
Leonor fue la primera en serenarse
y se dirigió a un closet de blancos, junto a la entrada del baño de la planta
baja. Del interior descolgó una bata negra y sacó unos pijamas azules, los que
le arrojó a Raúl. –Es lo único que tengo que podría servirte- le dijo.
Raúl respiró pesadamente,
tratando de controlar su furia y la frustración que sentía viendo a Leonor tan
serena ahora, moviéndose grácilmente para colocar la bata sobre sus hombros
blancos y sujetándola a la cintura lo suficiente para cubrir sus piernas, pero
sus senos continuaban destacando voluptuosamente bajo la tela, que empezaba a empaparse
del sudor y la sangre que aún le cubrían parte del pecho.
Raúl desdobló el pijama y comenzó
a ponérselo. La mezcla de olores de Leonor y de otros hombres y mujeres que
usaron ese mismo pijama comenzó a molestarle. Se talló la nariz con fuerza y
terminó de ponerse los pantalones. Dejó la camisa a un lado, quedando con el
torso descubierto y también cubierto de sangre, sudor y tierra. –Es el aroma…- comentó
al ver la expresión de Leonor. –No lo soporto ahora. No es personal.
-No importa- dijo Leonor antes de
que el grito de mujer, proveniente de una de las recámaras del piso superior,
los alertara. Luego, tras un segundo de incómodo silencio entre ambos, Raúl
habló:
-Tenemos que pensar lo que vamos
a hacer.
-Lo sé- comentó Leonor mientras
se acercaba a la cantina, en un extremo de la sala y junto al ventanal, desde
donde podía apreciarse una magnifica vista de la ciudad. -¿Quieres tomar algo?
Raúl sonrió irónicamente.
-¿Tienes algo que yo pueda tomar?
-Es para guardar las apariencias,
cuando se requiere. Mi reserva personal está en otra parte. ¿Whiskey?
-Ron.
Después de servirle Leonor entró
a la cocina y regresó con una copa rebosada con un líquido rojo, opaco y
espeso. Ambos se sentaron en la sala, en extremos opuestos de la mesita de
noche. Los gritos de mujer seguían escuchándose sobre ellos.
-Alguien va a escuchar- comentó
Raúl. Leonor sonrió, negó con la cabeza y dijo: -Todos los muros exteriores y las
ventanas están aislados. Nadie va a escucharla. De cualquier forma nadie
escucha nada en este edificio. Por eso me gusta.
-Pues estás muy bien acomodada
aquí. ¿Desde hace cuánto tiempo?
-Mucho más que tú, lycano, eso es obvio.
-¿Un par de siglos, tal vez?
¿Llegaste de otro país o te transformaron aquí?
-¿En realidad quieres hablar de
mi vida y no del problema que tenemos?
Raúl guardó silencio un segundo y
luego prosiguió: –Podría desangrarse hasta morir. Deberíamos hacer algo.
-Si eso ocurre se solucionaran nuestros
problemas… Y será más culpa tuya que mía. Yo sólo tomé sangre suficiente para la
transformación… Tú casi le arrancaste el cuello.
-Se estaba resistiendo a ti. No estaba
dispuesta.
-Y la sentiste más dispuesta
hacia ti, ¿no es cierto? No, ni siquiera estabas pensando.
-Estaba ofuscado, pero…
-Pero si no te quito de encima de
ella tú sí la hubieras matado.
-Pues se habría resuelto el problema,
¿no lo dijiste así?
Leonor suspiró fastidiada. Luego
de otro silencio molesto, Raúl preguntó: -¿Qué crees que ocurra?
-No tengo idea. No conozco precedente
de una situación similar. Doble mordida de hombre lobo y vampiro, casi al mismo
tiempo sobre una persona dispuesta a la transformación. ¿Ustedes han visto algo
así antes?
-Nada que recuerde ahora. Hay
anécdotas sobre casos de mordidas de distintas razas, pero con horas, incluso
días de diferencia, cuando la transformación de la primera mordida ya está
concretándose.
Cada uno dio un sorbo a su bebida
y, finalmente, Raúl hizo la pregunta que estaba en la mente de ambos: -¿Crees
que podría resultar… un híbrido?
-No existen los híbridos
naturales, sólo los creados artificialmente o por misticismo.
-Podría ser el primero, entonces…
-¿Te gustaría que eso pasara?
Sabes muy bien lo que nos ocurriría… A los tres.
-No somos tan obtusos como
ustedes…
-¡Por favor!- dijo Leonor, luego
de una sonora carcajada. –Son peores aún. Tradicionalistas y llenos de doble
moral.
-¿Y es mejor ser segregacionista
y sinvergüenza como ustedes?
-¿En serio estamos teniendo esta
discusión? ¿Podrías serenarte y dejar de tratar de tener la última palabra?
-¿Puedes tú?
Leonor rio de buena manera antes
de dar un fino sorbo más a su copa. Raúl también sonrió mientras apuraba la
mitad de su vaso de un trago. Los gritos arriba de ellos fueron serenándose lentamente,
pero aún se alcanzaba a escuchar el rechinido de la cama por las frenéticas
vueltas que alguien daba sobre ella.
-En el peor de los casos…-
comenzó a decir Leonor -Si resulta un híbrido, ¿qué harían los tuyos si se
enteran?
Raúl dudó un momento y bajó la
mirada antes de responder: –Nos matarían a ambos. Y se encargarían de que los
tuyos hicieran lo mismo contigo.
-Por eso el mejor escenario es
que se convierta en cualquiera de nuestras razas. Tuya o mía. Ni siquiera su
muerte nos convendría, llamaría la atención de los Cazadores y lo que menos
necesitamos es que los Sáenz se involucren.
-Conozco al hijo, Rodolfo. No es
tan necio como pensaba. Pero estoy de acuerdo, no hay que involucrar a nadie, ni
a las familias ni a los Cazadores. ¿Te molesta si…?
Con un ademán Leonor le indicó
que podía servirse más directamente en la cantina. Raúl llenó la mitad del vaso
de ron mientras ella regresaba a la cocina. –¿Dónde la conociste?- le preguntó
Raúl cuando la vio regresar.
-En un bar. Estaba con unas
amigas, quienes luego la dejaron sola. Aproveché para alimentarme un poco con
ella. Sólo lo suficiente para matar el ansia. Durante las siguientes semanas volví
a encontrarla en ese u otros bares de la zona. Quise alejarme de ella, no es
conveniente para nosotros que alguien te reconozca, pero ella siempre lograba
localizarme y quedarse conmigo. Y en cada una de esas noches… Bueno, finalmente
en una ocasión descubrí que ella seguía consciente, mirándome a los ojos y
sonriendo. ¿Y tú, cómo la conociste, lycano?
-Me llamo Raúl… Y la conocí en la
carretera a Pachuca. Iba en bicicleta, de regreso luego de un paseo de fin de
semana, pero se le había roto la cadena y no tenía repuesto ni cómo arreglarla.
Me detuve a ayudarla y le ofrecí llevarla a la ciudad. Estaba lloviendo, nos
empapamos nada más subiendo la bicicleta a mi camioneta. La llevé hasta su
departamento y me invitó a pasar para secarme. Obviamente acepté… Creo que
estamos de acuerdo en que no es una niñita inocente. La volví a ver un par de ocasiones.
Salíamos fuera de la ciudad, muchas veces a acampar. Sólo nosotros dos.
-¿Incluso en noches de luna
llena?
-Tengo más control del que crees.
-¿Entonces no sabe lo que eres?
-No estoy seguro… Tal vez, cuando
teníamos sexo… No, no puedo estar seguro…
-Es más probable que mi mordida
tenga más influencia, entonces. Es lo que realmente desea.
-Nuestra naturaleza es más fuerte
y apela a su esencia como ser humano. Si lo que realmente quiere es vivir, la
mía será más dominante.
-No has visto su mirada cuando
está conmigo.
-No la has sentido respirar como
yo lo he hecho.
-Ella desea lo que yo puedo
ofrecer… ¿Tú que puedes darle a cambio?
-Una vida. Una vida y una muerte.
¿Y tú?
Leonor no respondió. Sostenía la
copa semivacía entre sus dados y miraba fijamente a Raúl, mientras sus ojos se
tornaban completamente rojos. –¡Ella me desea, mugrosa bestia!
-¡No vas a quedártela!
En un segundo ambos saltaron uno
contra el otro, chocando en el aire y cayendo a mitad de la sala, sobre la
mesita de noche, despedazándola. Rodaron sobre los escombros mientras los
brazos de Raúl se ensanchaban y comenzaban a cubrirse de un espeso pelaje. La
piel de Leonor se tornaba blanquecina y sus dedos y uñas empezaron a crecer.
Los rostros de ambos se desencajaron en muecas furiosas. Sus ojos, rojos los de
ella y amarillos los de él, brillaban intensamente mientras sus bocas se
convertían en hocicos que buscaban alcanzar la garganta de su enemigo, mientras
sus respectivos rugidos llenaban toda la estancia.
Repentinamente, ambos se
detuvieron cuando un aroma nuevo se hizo más fuerte cerca de ellos. Se
apartaron y se incorporaron para ver la figura que estaba al pie de la escalera
que conducía al segundo piso. Descalza y cubierta con una bata azul que cubría
su tierno cuerpo veinteañero y las manchas de sangre alrededor de su cuello, en
su pecho y parte de su cabello rubio. Leonor y Raúl, en silencio, revirtieron
sus transformaciones mientras la chica daba unos pasos tambaleantes hacia
ellos.
* * *
Raúl se acercó hacia ella, susurrando
tan suavemente como podía. –Trata de…
Entonces sintió el dolor ardiente
a la altura del pecho. Quiso alejarse, pero las uñas de la chica, al final de
sus dedos largos y blanquecinos, seguían encajadas en su carne. Finalmente ella
misma las sacó, provocándole un intenso dolor. Raúl estuvo a punto de saltar
hacia ella y atacarla, más por costumbre que por verdadera intención. Pero se
detuvo al ver la expresión en el rostro de la chica. Una mezcla de profundo
asco hacia él, miedo y una auténtica tristeza, reflejada en sus lágrimas,
resbalando sobre unas mejillas que, lentamente, iban perdiendo su color.
Leonor se acercó y lentamente, la
abrazó y dejó que ella sollozara profundamente entre sus brazos. –Vete, Raúl- le
susurró con una voz profunda.
Raúl se esforzó para controlar su
respiración, la furia y la sangre que corría vertiginosamente por su cuerpo,
junto con ese intenso deseo de destrozarlas a ambas. Finalmente sus hombros
cayeron y se acercó al ventanal, pasando junto a ellas. Intentó acariciar el
rostro y cabello de la chica, pero ella se estremeció ante su proximidad y se
refugió en los brazos de Leonor. Raúl, desalentado, retrocedió y abrió el
ventanal.
-Ahora es tu problema- dijo
mientras saltaba al borde del balcón. -Y si en algún momento la encuentro sola…
Te prometo que le arrancaré la cabeza.
Cuando Leonor volteó al balcón
Raúl ya había desaparecido y sólo alcanzó a escuchar un profundo y desconsolado
aullido, que fue desvaneciéndose lentamente a lo largo de la calle.
* * *
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