Fue un chiste simpático que encontré en la red: Un
hombre y una mujer discuten sobre como al primero le disgusta algunas conductas
sexuales que considera raras y antinaturales, mientras que la chica discute sus
opiniones con excelentes argumentos a favor del amor consumado entre dos
personas que se aman. Finalmente, con todos sus puntos de vista hábilmente rebatidos,
el hombre acepta replantearse sus ideas. Y la chica le asegura que, con el
tiempo, él podrá ser más receptivo acerca de la homosexualidad.
“¿Homosexualidad..?” pregunta el hombre. “¡Yo hablaba
de incesto!”
Simpático, realmente.
Recuerdo mucho un episodio de South Park, donde cuando Kyle, tratando de evitar que el jefe de la
cadena Fox censure un episodio de Family Guy, le advierte que, a riesgo de
las opiniones adversas y posibles consecuencias, todo puede y debe ser
susceptible del humor y la comedia. “O todo es divertido, o nada lo es”, creo
que le dice, y esa es una postura que la que he creído fervientemente desde entonces.
Realmente nos hemos divertido mucho estos días, con
las actividades del Frente Nacional Por la
Familia, sus convocatorias y llamadas a la acción en las redes sociales y las
respuestas satíricas generadas por la mayoría de la población hacia un
movimiento social que llegó demasiado tarde. Y si bien esta contraofensiva llegó
igualmente retrasada, no por eso fue menos fuerte y contundente, especialmente tratándose
de ridiculizar y burlarse de cada publicación o acción tomada por esta
agrupación.
Pero, ¿marchar por ello? Honestamente no soy
partidario de tomar bandos y marchar exigiendo que las voces sean escuchadas o
de manifestar opiniones en actos que me parecen de una naturaleza más
impositiva que de apertura al diálogo, el cual, cuando llega a darse en estas situaciones,
parece más una confusión de argumentos. Como dos personas hablando de temas
diferentes; una de homosexualidad, otra de incesto, por ejemplo.
Pero el humor. La comedia, hábilmente ejecutada, abre
nuevos caminos al colocarnos en igualdad de circunstancias. Cuando la gente ríe,
no hay posturas correctas o equivocadas, propias e impropias, tragedias ni
bendiciones. No hay buenas costumbres ni malos hábitos. No hay acierto ni
error.
Tal vez, si en lugar de marchar o manifestarse tomáramos
el humor como punto de partida, un verdadero diálogo se manifestaría en una sociedad
dominada por el miedo a la represión -física o verbal-, al cambio a una
sociedad más evolucionada o la reversión a sus costumbres más arcaicas.
Porque, parafraseando a Umberto Eco; si podemos
reírnos de todas las cosas, si la risa mata el miedo y considerando que sin el
miedo no hay lugar para Dios, ¿podríamos reírnos de Dios? ¿Qué clase de caos se
desembocaría? Bueno, realmente no creo que resulte peor al caos en que vivimos
ahora, con el crimen a la alza, el salario a la baja, el dólar a veinte pesos y
una nueva película de Transformers próxima a estrenarse.
Disculpen que me ría.
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