TUX
Pingüino, estático viajero,
sacerdote lento del frío:
saludo tu sal vertical
y envidio tu orgullo emplumado.
sacerdote lento del frío:
saludo tu sal vertical
y envidio tu orgullo emplumado.
-Pablo Neruda
Ángel Zuare
El pequeño pingüino tocó a la puerta de mi departamento una
fría mañana de noviembre. Era un menudo pingüino emperador, tal como los han
visto en televisión o en películas. Agitó sus alas y levantó su pico hacia mi
atolondrada persona, que aún vestía pijama. Y sin esperar una invitación entró
por la puerta, limpiando sus pies en mi tapete.
Antes de poder reaccionar el pingüino ya se había postrado
en el suelo, frente al televisor donde yo veía las caricaturas de la mañana, desayunando
mi cereal con leche. Y mientras esperaba que alguien asomara por el pasillo
declarando que todo era una broma… Bueno, nunca sabré como lo hizo sin darme
cuenta, sin una boca y sin pulgares con lo que pudiera usar la cuchara, pero antes
de darme cuenta ya no tenía desayuno. El animal acabó con todas las Zucaritas
de mi tazón.
Estando yo desempleado entonces, me fue fácil esperar en el
departamento junto al pingüino todo el día, hasta que alguien apareciera
reclamando por él o añorando su presencia. Permanecimos frente a la televisión
toda la mañana, viendo a la Pantera Rosa, Garfield, Scooby Doo y otros animales
de caricatura, dándome cuenta lo poco que lucen los pingüinos en ellas, pues
nadie les presta atención si no practican kung fu, disparan armas, roban
pescados o cometen alguna felonía.
Nadie se presentó ese día ni el siguiente. Ni en la semana o
en lo que restaba del mes. Nadie vino por el pequeño pingüino emperador, que se
había quedado en mi apartamento, acondicionándose él mismo –sin darme cuenta de
nuevo-, con un cojín viejo y una caja de cartón, una pequeña cama junto al
refrigerador. Supongo que para mantenerse fresco en las noches.
Lo primero, me
dije, que debo hace ahora, es darle un
nombre para llamarle la tención al portarse mal, si pretende quedarse aquí.
Decidí llamarlo Tux, pues soy usuario
de Linux desde hace varias computadoras y siempre me ha gustado su mascota: un
pingüino de ojos saltones. Era mejor que la opción que tuve primero: pensando
en el anime Evangelion y en el pingüino que aparece en ella, llamado Pen-Pen, llegue a pensar en llamarlo Dejo-Dejo.
¡Cuántas dudas me ayudó a resolver Tux acerca de los
pingüinos! Por ejemplo, que provienen del hemisferio sur (Walter Lantz y Chilli
Willy nos han engañado durante años). Comen pescado, también les gustan los crustáceos,
pero, como su servidor, Tux prefiere su café veracruzano perfectamente colado.
Con su mirada de canica oscura me obliga a sacarlo a pasear.
Le gusta mucho el parque. Agita el pico negativamente cuando quiero ponerle
alguna correa, pero sí deja que lo tome de la aleta cuando salimos a la calle. Caminamos
lentamente pues Tux no puede andar muy rápido. Su andar de pájaro bobo llama la
atención de todos. Los niños se acercan a tocarlo y las mujeres a mimarlo, felicitándome
por lo bonito y regordete que está. Tux se deja querer y acariciar por todos
los que se acercan. Curiosa naturaleza de los pingüinos, de no temer a los
humanos... Tal vez es son más sabios de lo que creemos... o sólo una parvada de
ingenuos.
A veces vamos al centro comercial para comer fuera de casa o
ver una película. Sus favoritas son las de terror, le gusta cubrirse los ojos
con sus aletas. Pero más que a otro lado lo llevo a las pistas de hielo
techadas, para que se deslice a gusto sobre su panza.
Pasamos solos la Navidad y Año Nuevo en el departamento, bebiendo
hasta que Tux vomitó por el balcón y sobre el auto del vecino, que tuve que
lavar la mañana siguiente, mientras Tux se curaba la cruda. Un día de febrero,
con el calor en su apogeo, pasé un susto endemoniado. El pingüino había
desaparecido y no lo encontraba ni en el baño, en la cocina, en el estacionamiento
o el balcón. Apareció finalmente dentro del refrigerador, escondiéndose del
calor. Esa noche mudé su cama entre el cajón de verduras y el congelador. Si
por las noches llego triste al departamento y salgo al balcón a sollozar, Tux
apaga la televisión y sale para acompañarme. Nos quedamos hasta la madrugada, yo
un poco más calmado y él dormitando en mi regazo.
Tux se quedó hasta los primeros días de abril. Una mañana lo
encontré junto a la puerta, llevando su pequeña cama colgando de una aleta. Sus
ojos acuosos me veían alternadamente a mí y a las llaves, que estaban fuera de
su alcance. Y esperó pacientemente a que yo asimilara la idea.
Se llevaba consigo una lata de cerveza, pero yo fui al
refrigerador por medio six-pack que
nos quedaba y lo acomodé dentro de su cama. Tux movió su pico en
agradecimiento. Abrí la puerta y él se marchó esa mañana de abril, con su andar
de pájaro bobo y lento. Dio vuelta por el pasillo y salió de mi vida, llevándose
algo más que una caja de cartón convertida en cama y medio six de cervezas.
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