Pizza |
MARGARITA CON MASTROIANNI
Ángel Zuare
-¿No te parece que nos están
observando?... O al menos a nuestra comida… Parece que les interesa mucho ver
cómo le ponemos chile seco a la pizza de cuatro quesos, o salsa inglesa a la de
peperoni. Apuesto a que les sorprendería mucho ver que le pusiéramos cátsup a
cualquiera de nuestras rebanadas. ¿No crees que ponerle cátsup a la pizza es
una grosería? Es como si le pusieras miel a…
-Martín no está bien- interrumpí
a Nina antes de que siguiera divagando sobre la comida, la cátsup sobre la pizza
y sobre la foto en blanco y negro que adornaba la pared junto a nuestra mesa,
en la pizzería donde ella me había citado.
-¿Qué tiene? ¿Está enfermo?- me
preguntó, verdaderamente interesada.
-No, no está enfermo. Tú sabes lo
que tiene.
Nina se llevó una mano a los
labios, dándome la impresión de una niña regañada. No era para menos, yo
trataba de sonar enojado. –Hace un mes que no lo veo- me dijo.
-Le hiciste bastante daño, Nina.
No deja de pensar en ti. No para de hablarnos por teléfono a mitad de la noche
para lamentarse por haber terminado contigo.
-¿En serio?- preguntó antes de,
con una sola mordida, desaparecer la mitad de una rebanada de pizza margarita.
-No está comiendo bien. Apenas
duerme y se la pasa bebiendo todas las noches- admito que exageré en lo último.
La última vez que vimos a Martín bebiendo fue inmediatamente después de haber
terminado con Nina por teléfono, cuando lo arrastramos a un bar para ahogar su pena
y mandarla a ella, figurativamente, a chingar a su madre.
-Pero si Martín casi no bebía
nada cuando estábamos juntos…- comentó ella inocentemente.
-¡Pues ahora lo hace!- le
respondí antes que se diera cuenta de lo pendejo que soy. Ella guardó silencio
un momento, tal vez pensando en lo que yo le había dicho. O tal vez sólo aspirando
los aromas de quesos mozarella y parmesano, salchicha italiana, jitomate y
albaca que dominaban el interior de la pizzería.
-¿Y cómo puedo ayudarlo?- me preguntó.
Aquí realmente el plan que trazamos los amigos de Martín para sacarlo del hoyo,
se vino abajo. En verdad no esperábamos llegar tan lejos como para que ella nos
aceptara una invitación a cenar para hablar de su ex. De nuestro amigo. El que
ya nos tenía hasta la madre con sus lamentos.
¿Y qué le íbamos a pedirle ahora?
Pues vuelvan a andar juntos y síguele jodiendo
la vida a Martín llegando horas tarde a sus citas; ponlo en vergüenza bailando
en la calle o en cualquier parte donde escuches una canción que te guste; sigue
recogiendo gatos callejeros para perder sus reservaciones en los restaurantes; llévalo
de nuevo a las tiendas de departamentos para que se roben cosas sin importancia;
sigue comiendo como si fueras un hombre, especialmente comida italiana porque
parece que es la única que te gusta…
Finalmente sólo dije: -Pues… No
sé… Podrías hablar con él.
Ambos guardamos silencio un momento.
El mesero nos trajo la siguiente pizza que habíamos ordenado: mitad de jamón
serrano con rebanadas de higos y la otra con pollo y salsa de tomate verde. Empecé
a comer mientras Nina seguía viendo la fotografía de la pareja viendo a través
de una ventana.
-¿Quiénes son?- pregunté sin
verdadero interés, con media rebanada aún en la boca.
-Sophia Loren y Marcello Mastroianni.
Actores italianos. Hicieron muchas películas juntos, eran una bonita pareja. ¿Ves
el porte y la recia elegancia en el rostro de Sophia? ¿Y la sonrisa y el atractivo
latino y casi magnético en Marcello? Parece que te invade con su mirada, pero
su sonrisa te asegura que todo está bien…
-¿Qué harás sobre Martín?- le pregunto,
visiblemente fastidiado.
-¿Sabes por qué rompimos? ¿Qué
pasó esa noche?- Lo negué con la cabeza. –Después de cenar salimos a caminar. Él
quería que fuéramos a su departamento, pero yo quería caminar.
“Llegamos a la fuente de Cibeles,
que recién arreglaron, ¿la has visto? El agua es mucho más limpia y las luces
que encienden en las noches la hacen ver más hermosa. No quise resistirme y le
dije a Martín que nos metiéramos al gua. No había nadie que nos lo evitara, estábamos
solos en toda la glorieta. No espera a que respondiera y me metí a la fuente,
como Anita Ekberg en La Dolce Vita,
¿la conoces?”
-No.
-Fue la primera película de
Mastroianni que vi. Él se mete después a la fuente, siguiendo a Anita. No lo
duda. Piensa que es un error, pero nunca duda en meterse al agua con ella. En
cambio Martín se quedó fuera de la fuente, regañándome y pidiéndome que saliera
porque estaba haciendo el ridículo, pero yo no podía escucharlo muy bien por el
ruido del agua que caía de las bocas de la fuente y lo bien que esta se sentía.
Cuando me di cuenta él ya se había marchado. Regresé sola a casa. Sola y
mojada, pero muy satisfecha. ¿En serio no has visto lo bonita que quedó la
fuente de Cibeles?
No hablamos mucho de Martín
durante el resto de la cena. No hablamos en general. Pedimos que nos pusieran
el resto de la pizza para llevar y cada uno se marchó por su lado. Es una pinche vieja loca, le dije a los
amigos cuando me preguntaron cómo me había ido. Y a Martín le recalqué la idea
de que estaba mejor sin ella. Y finalmente lo entendió pues empezó a salir con
otras mujeres al mes siguiente.
No volví a saber de Nina, creo
que se mudó fuera de la ciudad, pero sigo visitando la misma pizzería en
algunas ocasiones, cenando bajo las miradas de Sophia Loren y Marcello
Mastronianni. De regreso paso junto a la fuente de Cibeles que, dicho sea de
paso, verdaderamente la dejaron muy bonita. Y el agua cayendo contra el cuerpo realmente
se siente muy bien.
* * *
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