Tu hermano gemelo perdido hace tiempo, te encuentra |
ESCALANDO
Ángel Zuare
Las cargas detonaron en una
perfecta secuencia, espaciadas entre sí por un tiempo de tres cuartos de
segundo. Los cimientos del edificio se cimbraron y el efecto repercutió hasta
la cima. Kord trastabilló un segundo, pero recuperó el balance apoyando una rodilla
en el suelo y su mano sobre un muro que ya empezaba a resquebrajarse. Y la
persona que estaba varios metros frente a él también giró un momento, antes de
sujetarse al pilar que sostenía los cinco niveles para estacionamiento en aquel
edificio. Al hacerlo, su risa enloquecida se dispersó por todo aquel espacio
endeble, y por un momento a Kord le asustó la idea que tuvo sobre si su propia
risa podría escucharse igual.
El temblor se detuvo y ambas
figuras se pusieron de pie, reconociéndose a pesar de la oscuridad de aquel
estacionamiento abandonado. ¿Y cómo no confundirlos en algún momento? Eliminando
las diferencias controlables -como el largo de la barba y el cabello, o la ropa
de civil de Kord contra el uniforme de operaciones encubiertas del otro-, la altura,
complexión, tono de piel y de cabello y ojos eran idénticas. Y si alguien tomara
tiempo y un scanner biológico de campo, descubriría huellas biométricas
idénticas: huellas digitales, iris, retina, además de una sola cadena de ADN.
Todo eso y el mismo patrón de voz. En medio de esa risa demente, el mismo
patrón de voz.
Trató de olvidar el miedo naciente
en su estómago y recordó las indicaciones que Grady le había dado mientras este
se sobreponía al dolor y la medicación en la cama del hospital: Aquel era un
viejo edificio en el abandonado sector militar de la ciudad, programado para
demolición automática sin asistencia. Cincuenta pisos caerían en un procedimiento
de colapso interno controlado en dos secuencias explosivas; la primera para
debilitar la fuerza central de la estructura y ramificar el daño a los
extremos, para que la segunda mandara todo lo demás hacia el fondo. Todo en
menos de diez minutos.
Era una idea suicida seguirlo
hasta ahí. Probablemente ninguno saldría vivo. Pero no iba a dejarlo escapar. No
después de lo que le hizo a Grady. No después de ver el terror en los ojos de
su amigo cuando entró a su cuarto del hospital. No luego de oírlo gritar
mientras Macy, Maya y Elly lo tranquilizaban, asegurándole que aquel hombre,
que no se atrevía a acercarse, realmente era Kord. No después de verle escuchar
en silencio como el médico le auguraba que tal vez no podría volver a caminar.
No, Kord no iba a dejarlo escapar.
Y sabía instintivamente que aquel demente, su viva imagen, su gemelo, ni
siquiera lo intentaría.
Al mismo tiempo ambos corrieron
hacia el otro. A mitad del camino, para lograr mayor fuerza y velocidad,
empezaron a desplazarse con sus cuatro extremidades apoyadas en el piso.
Chocaron como dos animales enfrascados en combate. Las risas se habían detenido
y, de parte de ambos, surgían rugidos provenientes de sus entrañas, acompañados
de golpes que resonaban con fuerza al impactarse contra alguna parte del cuerpo
oponente o contra un muro, destrozándolo. Con un movimiento de pierna Kord
logró derribar a su oponente, pero antes de que tocara el suelo lo sujetó de un
brazo. Giró con fuerza y le arrojó hacia el techo, debilitado por la explosión
y por lo cual se hizo pedazos con el impacto. Kord saltó para seguirlo, sujetándose
de una saliente con su brazo e impulsándose con el mismo movimiento para llegar
al siguiente piso, donde su gemelo ya había rodado lejos de él y se incorporaba
lentamente, mientras comentaba burlonamente:
-¿Entonces no guardamos nada, hermanito?
Kord rugió con furia y se lanzó
hacia él, quien lo recibió con un giro que le permitió arrojarlo contra la
puerta de un ascensor neumático. Kord sintió que la puerta se vencía y que
empezaba a caer por el tubo del elevador. Estiró las manos para sujetarse de la
escalerilla de emergencia, golpeándose contra la pared del tubo. Ignorando el
dolor empezó a escalar rápidamente por la escalera, mientras su gemelo
terminaba de levantarse antes de correr y saltar hacia el tubo del ascensor,
sujetándose también de la escalera y a pocos metros de Kord. Ambos se
desplazaron por la escalera rápidamente, como si esta hubiera estado colocada
horizontalmente. El gemelo salto hacia el extremo opuesto del tubo y rebotó
hacia arriba, cayendo sobre Kord e impactándolo contra el muro. Ambos buscaban
golpearse o lograr que el otro soltara la escalerilla para caer al vacío.
Ambos sintieron el cambio en la
corriente del aire y captaron las vibraciones que les indicaban que el ascensor
se precipitaba sobre ellos desde los pisos superiores. Y en momento casi
perfectamente coordinado dejaron de golpearse y saltaron hacia la primera
abertura que vieron, a pocos metro bajo ellos, girando y cayendo frente al
recibidor de un piso administrativo, mientras el elevador caía rápidamente
hasta el fondo del edificio.
Ambos se pusieron de pie y la
risa del gemelo se dejó escuchar nuevamente, antes de seguir hablando: -¡¿No te
encanta esto, Kord?! ¡¿Con quién más podrías divertirte así?! ¡¿A quién podrías
golpear de esta forma, sin tener que contenerte, eh?! ¡¿Con tus amigos del
Gremio?! ¡¿El tal Grady?! ¡Ni siquiera aguantó un poco de…!
-¡¡CÁLLATE!!- Kord lo embistió con
tal fuerza que atravesaron un par de muros de ese piso, antes de caer por uno
de los pozos internos que había provocado la primera cadena de explosiones,
extendiéndose hacia el fondo y hacia la cima del edificio por varios pisos.
Ambos alcanzaron a sujetarse de una saliente.
-¡¿Qué es lo que quieres?!- rugió
Kord. -¡¿Qué crees que vas a ganar?!
-¡¡En esto nadie gana, hermanito!!
¡Todos ya hemos perdido! Y creo que sólo nos queda subir.
El gemelo empezó a escalar,
sujetándose de la saliente y apoyando los pies para, de un salto, alcanzar la
siguiente y repetirlo. Kord empezó a imitarlo, tratando llegar a un punto donde
pudo lanzarse sobre él, cayendo ambos sobre la mesa de una sala de guerra. Kord
giró para quedar arriba de su enemigo y empezó a golpearlo fuertemente en el
rostro.
-¡¿Por qué no pueden dejarme en
paz?! ¡¿Qué demonios quieres?!
-¡Probarles que soy mejor que tú!
¡Que siempre fui mejor!- El gemelo apoyó sus rodillas en el pecho de Kord y lo
arrojó contra los asientos alrededor de la mesa. -¿Por qué crear a otro si yo
ya estaba aquí, si ya era el mejor? El más disciplinado. El más preparado. El
cuarto proyecto. ¿Para qué generar un quinto? ¿Para qué almacenarme como un
producto obsoleto? ¿Para qué ponerme a dormir imaginando que yo no escuchaba lo
que pasaba alrededor, fuera del tubo criogénico, murmurando que tenía problemas
y había que empezar de nuevo? ¿Psicópata? ¿Enfocado en mis propios intereses?
¿Qué tiene eso de malo? ¿No es lo que quieren para su soldado perfecto? ¿No era
yo lo que esperaban obtener? ¡¿PARA QUE HACER UN QUINTO PROYECTO ENTONCES?!
-Estás loco…- susurró Kord,
levantándose entre los asientos destrozados. –Estás fuera de control y lastimas
a la gente sin importarte nada.
-¿Y tú nunca has lastimado a
nadie, hermanito? No, por eso es que eres perfecto… Por eso desertaste cuando
te diste cuenta para qué te querían las Fuerzas Armadas…
El techo sobre la sala de guerra se
cuarteó escandalosamente.
-… Por eso huiste y te escondiste
en el Gremio de Comerciantes, haciéndote amigo de ese gordo idiota que los
dirigía entonces…
Kord apretó los puños, dominando
su coraje.
-… ¿Cómo se llamaba, Pharon?
¿Pensaste que te acogió por su buena voluntad? No, sólo quería un arma para
protegerse. ¡Es para lo único que nos quieren! Pensaste que podrías ocultarte
con ellos para que todos se olvidaran de ti,¿verdad?
El suelo del salón también empezó
a resquebrajarse.
-¡Pero ellos nunca olvidan, Kord!
Nunca te olvidaron. Por eso me despertaron, para buscarte. ¡¡Para rastrear tu
peste y llevarte de vuelta!!
Techo y suelo se vencieron al
mismo tiempo y ambos saltaron hacia fragmentos suficientemente grandes para
sostenerse y girar sobre ellos, para luego impulsarse hacia arriba, hacia el
siguiente, repitiendo esos saltos ágilmente durante varios segundos y pisos
sobre ellos, buscando golpearse mutuamente si llegaban a acercarse lo
suficiente. Finalmente llegaron a la cima del edificio, a la base de una vieja
torre de comunicaciones. El gemelo empezó a reír de nuevo, mezclando su carcajada
demente con un sollozo incontrolable:
-¡Y es lo que quiero que alguien
me explique! ¿Por qué te quieren a ti si no quieres estar con ellos? ¿Por qué
me levantan para llevarte de vuelta y que vuelvan a guardarme? ¿Por qué debo
trabajar para que ellos no me dejen en tu lugar? Ahora resulta que ellos mismos
que me levantaron, que te usaron, que mataron a Pharon, quieren que tú me
lleves de vuelta. ¿Por qué debe ser así? ¿Por qué debo ser yo el que se quede atrás?
¡EXPLÍCAME!
-Ellos no te quieren de regreso.
El gemelo quedó visiblemente
sorprendió al oír eso y no reaccionó cuando el suelo bajo sus pies y la antena
de comunicaciones empezó a derrumbarse. Empezó a caer por el agujero que la
torre empezaba a formar hacia el fondo del edificio, pero Kord saltó hacia él
justo a tiempo para sujetarlo de una muñeca, en la orilla del abismo. Sus
miradas, idénticas biológicamente, se cruzaron un momento y Kord reconoció la angustia
y perturbación que había en los ojos de su clon. Los mismos sentimientos que había
sufrido hace algunos años, antes de que un regordete comerciante le extendiera
su mano.
-No quieren que vuelvas- continuó
Kord. -Te quieren muerto y quieren que yo te mate… Y si no hubieras lastimado a
mis amigos tal vez te hubiera perdonado. Hasta te habría ayudado… Pero ahora sé
que no puedo… Estás fuera de control y cada día será peor… No puedes ser
contenido ni controlado, ni siquiera por ti mismo… Por eso hay que detenerte.
Para siempre.
En cada frase su voz se quebraba
y apretaba con más fuerza la muñeca del clon, quien le clavaba su mirada consternada.
Kord siguió hablando:
-Y si te sirve de algo, en el
fondo sé que, si llegara a pasarme lo mismo, desearía que alguien como tú
hiciera lo mismo por mí.
-¿Por qué?- preguntó el clon, con
su mirada acuosa tal vez más por el humo y el polvo que por algo más. Kord
sonrió lánguidamente:
-Porque eres mi hermano… Eres mi maldito
hermano…
Desvió la mirada cuando soltó la
muñeca del clon, dejándolo caer al vació entre las nubes de polvo, escombro y
fuego. No lo escuchó gritar o maldecir, sólo escuchaba el sonido de su propia
respiración agitada mientras se daba vuelta para quedar de espaldas sobre el
techo, encarando al cielo nocturno y las naves y cruceros que atravesaban el
firmamento entre él y las estrellas.
Cuando la segunda carga de explosivos
detonó, el edificio comenzó a tambalearse, pero en su mente un pensamiento
permanecía firme: Eres mi hermano… Y no
voy a dejarte atrás.
* * *
No hay comentarios.:
Publicar un comentario