En mis años de mi infancia, incluso desde el inicio de
los teatros cinematográficos en la Ciudad de México, ir al cine siempre había
sido una actividad para el final del día: el preámbulo a una cena o noche de
baile o cabaret; un momento de esparcimiento tras la jornada laboral o el punto
de arranque para la vida nocturna. Sí, el cine era una actividad diseñada
principalmente para gente de vida nocturna… Y algunos niños que se mezclaban en
el proceso.