Publicado
originalmente en Reino Geek (3 enero 2011)
En México Isaac Asimov es el autor de ciencia ficción más leído por gente
cuya edad oscila entre los 14 y los 40 años. Podría cuestionar este hecho
alegando que Asimov tiene dicho nivel de penetración porque es de los pocos
autores del género publicados masivamente en nuestro país, pero sería buscarle
tres pies al Cronogato pues la calidad de Asimov como escritor de ciencia
ficción y difusor de las ciencias es incuestionable, aunque su técnica como
literato sigue causando polémicas.
Mi primer acercamiento a la obra de ciencia
ficción de Asimov fue gracias a mi
amiga Sandra, quien conociendo mis intereses me recomendó la que es considerada
su obra maestra: Fundación, e incluso me facilitó los libros. Enumerar las
cualidades de esta obra y los premios que ha recibido, incluido el único premio
Hugo que se ha otorgado por mejor
serie de todos los tiempos, sería llenar líneas repitiendo lo que muchos ya han
dicho y que es mejor comprobar por uno mismo.
Sin embargo el Asimov que más me ha
impresionado como lector ha sido el de la antología The Early Asimov, tres
volúmenes que reúnen los primeros cuentos que publicó en su carrera,
complementándolos con las anécdotas que los llevaron a su edición y su relación
fraternal con el editor John W. Campbell,
uno de los pilares de la industria editorial de la ciencia ficción en Estados
Unidos.
Ahí conocí a un Asimov que trabajaba en el negocio de sus padres y donde calló a un
cliente impertinente mostrándole el primer cheque que había recibido como pago
por un relato. También conocí al joven estudiante que se convirtió en doctor
cuando sus examinadores le preguntaron sobre el compuesto tiotimolina, sustancia
que Asimov había inventado en un
artículo científico falso que había escrito en tono de burla.
Este era el Asimov que no sabía exactamente cuando era su cumpleaños (por la
diferencia entre calendarios hebreos y gregorianos y una ausencia de
registros), pero lo celebraba el dos de enero. Este Asimov escribía la página editorial de su propia revista, en
ocasiones señalando la suciedad que dejaban los caballos de la policía montada
en las grandes ciudades, y que luego de recibir protestas airadas por parte de
defensores de los caballos enumerando las virtudes de los equinos, se limitó a
responder en su editorial siguiente: No obstante, los caballos defecan.
A nivel personal, el Asimov que más me hubiera gustado tener es el que describió el
escritor mexicano Jorge Cubría en su
cuento Fundación y Robots, publicado en el primer número de la edición
mexicana de la revista Asimov Ciencia Ficción: Un tierno Asimov de peluche (patillas incluidas).
Me pregunto si en el Build a Bear
Workshop podrán ayudarme a crear uno, cerebro positrónico incluido.
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