Publicado
originalmente en Cultura Cómic (9 noviembre 2010)
El reciente reestreno de Volver al Futuro me hace poner
en tela de juicio muchas razones que motivan los reestrenos cinematográficos a
gran escala. Hace muchos años las funciones de este tipo eran exclusivas en E.
U., antes de que la producción cinematográfica del país aumentara y las cadenas
de multi-salas crecieran en la misma proporción, absorbiendo y remodelando los
viejos teatros. De pronto teníamos decenas de salas para ver la misma película
que acabara de estrenarse, pero ninguna para el relanzamiento de algún clásico.
También los pequeños teatros del recuerdo
fueron disminuyendo conforme la industria del video-home fue creciendo
y diversificándose, pasando de la renta a la compra directa del material. Me atrevo
a decir que actualmente hay pocos teatros que manejen reestrenos en E. U. y
ninguno en México (sin contar foros universitarios o festivales), en parte
porque las distribuidoras de dichas películas empezaron a exigir un mayor
cuidado para sus respectivas copias (incluyendo todo anuncio o cartel), recogiéndolas
inmediatamente después de su periodo de exhibición y no dejándolas indefinida o
permanentemente como parte de un acervo no oficial entre los mismos teatros. Gracias
a estas prácticas olvidadas recuerdo que pude ver en el viejo cine Teresa (antes de que fuera un cine
porno) una función doble que incluía Alien y Aliens; mientras que el
cine Hipódromo (que ahora es un
teatro) exhibía cada diciembre la película Santa Claus, con Dudley Moore, sin
contar las varias matinés de películas animadas de Walt Disney en el cine Latino o Linterna Mágica.
Durante años las cabezas de los estudios
pensaron que un reestreno no podría ser redituable, económicamente hablando. George Lucas y Steven Spielberg apostaron a lo contrario con
sus ediciones especiales y de aniversario de la trilogía original de Star
Wars y E. T., respectivamente. Aunque el éxito taquillero de estos
relanzamientos fue innegable, el cierto que también dejaron una impresión
extraña entre el público, cuyo asombro ante el reestreno se vio opacado por
torpes dewbacks caminando entres las calles de Mos Eisley o radios-transmisores sujetados como si fueran pistolas.
Estos relanzamientos parecieron dejar en claro que ningún reestreno tendría
éxito en taquilla si no incluía algún elemento nuevo, alguna escena que se hubiera
eliminado en la edición original o alteraciones excesivas en imagen y sonido. Siguiendo
estos lineamientos años después tuvimos el reestreno de Alien, aunque Ridley Scott es un director más sensato
en este aspecto y apoya la idea de que menos es más, prefiriendo quitar
elementos antes que añadirlos.
Ahora tenemos este reestreno de Volver
al Futuro, el cual superó todas las expectativas de la Universal agotando funciones desde las
preventas, a pesar de tratarse de un relanzamiento sin ninguna escena nueva o
alterada para corregir errores técnicos de la época, exceptuando la transición
del negativo cinematográfico a formato digital, incluyendo una mejora del
sonido original y publicitándose como lo que fue en realidad: Un reestreno en
honor al 25º aniversario y para ver la misma película que muchos disfrutaron en
1985.
Hay que considerar que Volver al Futuro se
estrenó sólo en complejos que manejaran proyectores digitales, pero en
proporción este podría ser el reestreno más exitoso de la década y que puede
dar pie a futuros relanzamientos que dejen de ser ediciones especiales y se
transformen en auténticos reestrenos que nos permitan disfrutar el cine con el
cual todos crecimos.
Hoy, el impacto de un rayo en la torre de un
reloj es tan impresionante como lo fue hace 25 años.
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