viernes, 29 de marzo de 2013

Middle Age Freak: Culebrones de primavera


 
 Publicado originalmente en Reino Geek (21 de febrero 2011) 
 
Desde su estreno a principios de febrero me he vuelto espectador incondicional de El Sexo Débil, la nueva serie de Argos Comunicación y Cadena Tres. Motivado por su estupenda campaña publicitaria, el precedente que el productor Epigmenio Ibarra había dejado con su anterior trabajo (Las Aparicio) y por el prestigio de sus actores, gente de teatro en su mayoría, el resultado es que esta serie-telenovela me ha cautivado como hace tiempo ningún melodrama televisivo lo hacía.

Porque sí, en ocasiones me he aficionado a algunas telenovelas y me atrevo a afirmar que todo freak treintañero ha seguido con interés el desarrollo de, por lo menos, un melodrama… Y creo poder mencionar la serie que todos vimos en alguna ocasión.


Fuera en su primera emisión o en alguna repetición, con su doblaje original o el segundo que produjo TV Azteca, lo cierto es que todos vimos Remi y seguimos la serie hasta su final, con el reencuentro del protagonista con su verdadera madre. En ocasiones los amigos nos reuníamos después de la escuela para ver Remi. Incluso muchas mamás quedaron cautivadas con el intenso drama que sufría este chiquillo, convirtiéndose en gran parte del público que seguía esta caricatura.

Y así fuera Remi, De los Apeninos a los Andes, Bell y Sebastián o Sandy Bell, el melodrama no era ajeno para el público freak, que sin embargo rechazaba abiertamente la interpretación nacional a este género, como si su estatus (cultural, social o intelectual, escojan uno o todos) se viera afectado si llegara a saberse que uno consume esta clase de productos. Sin embargo todos buscamos llegar a casa justo a tiempo para ver por televisión o Internet el último capítulo de nuestra novela.

Yo recuerdo sin complejos haber seguido con interés las tramas de algunas novelas, como Cuna de Lobos y las memorables actuaciones de su cuarteto protagónico (Gonzalo Vega, Alejandro Camacho, Diana Bracho y Rebeca Jones); o la segunda versión de Corazón Salvaje, la que protagonizaron Eduardo Palomo y Edith González. También recuerdo algunas que seguí por cuestión de momento y edad, como Carrusel (los primeros pasos de la ahora bellísima Ludwika Paleta) o De Frente al Sol (también los primeros trabajos de Arcelia Ramírez e Itati Cantoral, grandes actrices ahora). También me interesé por aquellas que prometieron cambiar la industria y que cumplieron, como Nada Personal o Mirada de Mujer, abandonando en el camino las exageraciones habituales del género y buscando exaltar la naturaza de la escena cotidiana.

También recuerdo algunas telenovelas que no seguí completamente, pero que en algún momento específico capturaron toda mi atención, como el final de Cuando Llega el Amor, donde el personaje de Nailea Norvind, luego de confesar todas sus fechorías, se arroja por el balcón de su habitación y luego, mientras todos la lloran al pie de su ventana, sus ojos se abren lentamente.

Esta imagen me dejó tan impresionado que, años después y cuando tuve el placer de conocer y platicar un poco con la propia Nailea Norvind en una premier (la de El Señor de los Anillos, chequen la casualidad), al verla no pude evitar imaginarme su rostro sangrando ligeramente por la comisura de sus labios, su enigmática sonrisa con la boca cerrada y el lento abrir de sus ojos, mirando fijamente los míos.

Cuando finalmente ella estrechó mi mano para despedirse, un escalofrío inconsciente recorrió mi brazo y espalda. Le dije entonces que había sido culpa del aire acondicionado de la sala. Ella asintió sin dejar de sonreírme.

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