Publicado
originalmente en Reino Geek (27 nov 2012)
Evidentemente mi primera reacción fue incredulidad.
¿Cómo que ya no iba a haber Twinkies?
Luego mi pensamiento inmediato (y estoy seguro que fue
el de muchos también) fue sobre la película Zombieland, con Tallahassee
y su búsqueda por los últimos Twinkies,
luego del apocalipsis zombie. También estoy seguro que muchos que vimos esa
película en su momento, salimos del cine con un inusitado antojo por aquel
famoso pastelito relleno de crema de vainilla. Y la ventaja que teníamos
entonces fue que logramos satisfacer ese antojo de inmediato.
Los Twinkie
surgieron para cubrir necesidades empresariales, en este caso de la Continental Baking Company, cuyas
máquinas para elaborar el relleno de sus pasteles de fresa permanecían en
desuso cuando dichas frutas estaban fuera de temporada. El panadero James Alexander Dewar creó entonces el
famoso pastelillo, entonces relleno de crema de plátano, pasando luego al de
crema de vainilla por el racionamiento a causa de la Segunda Guerra Mundial,
asentándose como un éxito desde entonces.
Y con el paso de los años los Twinkie se convirtieron en algo más; un obligado ejemplo al
referirnos a la comida chatarra; un referente de la cultura popular
norteamericana; un recurso legal (la Defensa Twinkie) para mitigar la
culpabilidad de un acusado con base en factores inusuales, como alergias,
cafeína, azúcar, etc.; en una leyenda urbana sobre su inmunidad a la
biodegradación; un sitio web (T.W.I.N.K.I.E.S. Project) que desde
el año 2000 ha realizado varios
experimentos científicos para analizar, entre otras cosas, la resistencia, radioactividad,
solubilidad y propiedades gravitacionales del Twinkie promedio; ejemplos didácticos como el del profesor Mark Haub, quien llevó una dieta a base
de Twinkies, Oreos y Doritos para demostrarle a sus
estudiantes que la pérdida de peso dependía principalmente de las calorías
consumidas, no del valor nutrimental de la comida. Haub perdió diez kilos en dos meses.
En resumen, algo que pensamos que estaría para
siempre.
Supongo que varios tuvimos sentimientos parecidos
cuando, en su momento, desaparecieron productos como los tocadiscos, las
videograbadoras Beta, los Piedrulces, el Pipiolo, tiendas como El
Sardinero y Gigante, o
restaurantes como Burger Boy o Shakeys. Por un momento nos estremecimos
ante la idea de que no volveríamos a probar nuestra comida o dulces favoritos y
nos esforzamos para que nuestra memoria guardara, desde nuestras papilas
gustativas, recuerdos de sabores asociados a momentos especiales de nuestra
infancia o adolescencia.
Aquellos que gusten de especular, imaginen qué pasaría
si lo mismo que pasó con Hostess Brands
Inc., fabricantes del Twinkie en
E. U., ocurriera con Bimbo, Pepsico, The Coca Cola Company, MacDonalds,
Sanborns, Aurrera u otras empresas cuyos productos ya son parte integral de
nuestra vida y representan elementos de comodidad o zonas de confort. ¿Cuánto podríamos
soportar antes de perder la compostura y lanzarnos a la búsqueda de la última
caja de Twinkies?
¿Sería antes o después de darnos cuenta que Interstate Bakery se declaró en bancarrota en el 2004, regresando en el 2009
como Hostess Brands Inc.? ¿O de saber
que los Twinkies siguen produciéndose
en Canadá, sin ningún problema por la bancarrota en que se declaró Hostess, el 16 de noviembre del 2012? ¿O
de percatarnos que la misma situación aplica en México y todavía podemos ir a
la tienda de la esquina a comprarlos?
Posiblemente la figurativa desaparición del Twinkie sea tan falsa como los rumores
sobre su inmunidad a la biodegradación… Porque, lo crean o no, los Twinkies tienen fecha de expiración y
su relleno no se convierte en vino luego de diez años.
Eso sí, los Twinkies
fritos saben a gloria…
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