Publicado
originalmente en Reino Geek (7 de marzo de 2011)
Cuando unos amigos me dijeron que había una tienda
especializada en comics en la Ciudad de México, no lo quise creer. Al
siguiente sábado, siguiendo las indicaciones que les habían dado, bajamos en la
estación Coyoacán del Metro y caminamos a contra flujo sobre Avenida
Universidad. Las dudas que tenía se disiparon cuando, a lo lejos, vi la
escultura de un Hombre Araña de
tamaño natural, colgado fuera de la ventana de un edificio. Este era el símbolo
que permitía ubicar a Comics S. A.
No pretendo entrar en la polémica sobre cuál tienda de
comics fue la primera en la Ciudad
de México; Comicastle o Comics S. A. En ese momento no era
importante, lo único que interesaba era saber que había dos tiendas profesionales
de comics en la ciudad, a principios de los 90. Pero personalmente, Comics
S. A. fue mi primera tienda de comics.
Entrando al edificio y subiendo una escalera de caracol
se llegaba a la planta principal de la tienda, donde por primera vez conocí las
cajas y estantes para guardar y exhibir comics y donde por vez primera vi
las tarjetas coleccionables deportivas o
basadas en películas o personajes, además de sus exhibidores para posters.
Espaciosa y muy iluminada a través de su ventanal principal, el ambiente de Comics
S. A. invitaba a pasar horas viendo su ejemplares atrasados (back issue), sus compilaciones (trade paperbacks), sus videos de
animación que no volveríamos a ver aquí hasta la llegada de Internet y el DVD,
sus juguetes, modelos o libros, y en general todo lo que un freak de comics
necesitaba para explorar su afición.
Recuerdo también el enorme pizarrón blanco que tenían a
un costado de la escalera y donde anunciaban sus promociones o eventos. Los jawas que dibujaban para amenizar estos
anuncios también se volvieron iconos de la tienda (les llamaban los Utinni).
Aquí también se le permitía al público pegar anuncios solicitando el cómic,
tarjeta o producto que necesitaban para completar su colección. Mediante este
tipo de anuncios pude completar mis catorce ejemplares originales de Maximun
Carnage y mi serie de tarjetas de Star Wars Galaxy. Ambas las atesoro no
sólo por su valor económico, sino porque me recuerda aquellas llamadas
telefónicas y la cita que formalizaba en las mesas de Comics S. A., además de
las amenas pláticas que sostenía con completos desconocidos, antes de comprar o
intercambiar el producto en cuestión.
Aquí conocí a Carlos
Tron, joven dibujante que finalmente terminó abandonando el oficio por
circunstancias que fácilmente puedo imaginar, pero que realmente nunca
conoceré. El dio clases de dibujo dentro de la tienda a todo aquel interesado
en aprender y recuerdo que una ocasión nos mostró bocetos sobre un proyecto
institucional que pretendía contar la historia de Gonzalo Guerrero. Siempre lamenté no pedirle una copia de ese
trabajo, que recuerdo tan impecablemente profesional y dinámico.
Junto con Carlos, Gustavo
Martínez era la cabeza comercial de Comics S. A., tienda que abrieron con el propósito de
conseguir ejemplares directamente de importación, sin pasar por intermediarios
habituales y tal vez perdiendo dinero en el proceso. Sin embargo la Muerte
de Superman en el 93 puso por las nubes la demanda de comics originales
en México y las tiendas prosperaron significativamente.
Yo compre muchas cosas en Comics S. A.; tarjetas, back issue, trade paperbacks, postres (como
mi cartel original de Star Wars), pero la compra que más
recuerdo es mi compilación de The Cadillacs and Dinosaurs Saga, cómic
creado por Mark Schultz y que
constaba de tres volúmenes dentro de una caja especial. Originalmente yo había
comprado el volumen dos, del cual tenían una copia extra a la venta, pero el
cómic me encantó tanto que quería toda la serie. Regresé a Comics S. A con el volumen
y solicité devolverlo para comprar toda la edición especial. El propio Gustavo Martínez aceptó el cambio.
Los errores de diciembre y el alza del dólar
paulatinamente provocaron el cierre de Comics S. A. Su escultura del Hombre Araña quedó en el recuerdo de
muchos, pero The Cadillacs and Dinosaurs
Saga sigue en mi librero como la obra maestra que es y como el recuerdo de
un lugar al que todo mundo llegaba guiándose por el Hombre Araña que colgaba de una pared.
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