Si hay algo más inusual que una tienda de comics o videojuegos, debe ser una tienda de juegos de mesa. Dentro de toda la gama de productos que ofrecieron las tiendas de comics durante los años 90, los juegos de mesa y rol eran los productos más raros en las tiendas de objetos extraños. Las cajas y libros se apilaban en los estantes sin que los clientes habituales les prestaran atención y si alguno se aventuraba a preguntar, se encontraba de repente al borde de un mundo donde las palabras roleplaying game, 20D dice, dungeon master guide, rpg, wargame, monster manual y otras se convertían en una jerga habitual.
Soy
jugador de rol desde hace muchos años. Empecé con el rpg de Star Wars, dada mi
afición a las películas, pasando luego a Dungeons
& Dragons y otros juegos que eran difíciles de localizar entonces, fuera
de tiendas de comics bien surtidas o mediante las fotocopias de las fotocopias
de las fotocopias de un libro prestado. Fue entonces que se inauguró Minas Tirith.
Para
muchos Minas Tirith fue nuestra
primera tienda de juegos de rol y para algunos la única, a pesar de que la
tienda era parte de una cadena-sociedad entre Goblings Gate, en Plaza Inn, y Comics
Imp, en Copilco, formando así una “trifuerza” de tiendas dedicadas
exclusivamente a nuestras aficiones particulares. Pero todos estuvimos cuando
nació Minas Tirith: Cuando Juan
Ignacio Corujo, su fundador, nos comentó en nuestra reunión mensual del club de
rol (tema para otro post) sus intenciones de abrir una tienda, lo que pensaba
tener en ella, los locales que había visitado y, finalmente, cuando nos invitó
a la inauguración.
A
muchos no les sorprendió la ubicación de la tienda en una pequeña plaza
comercial sobre Calzada de las Bombas o lo curioso de su mercancía, pues Juan
Ignacio, siendo español de nacimiento (en España la afición al rol parece darse
en maceta), tenía la facilidad para importar material traducido al castellano o
generado totalmente en España. Tampoco podríamos decir que su servicio, su
decoración interior o sus precios fuera los mejores de la ciudad.
No,
lo que más nos sorprendió de Minas Tirith
fue su capacidad para no sorprendernos o intimidarnos, pero sí para
familiarizarse con nosotros. Mediante nuestras visitas constantes y los juegos
habituales que se armaron en sus mesas, convertimos la tienda en una segunda
casa. Los sábados podíamos dejar los libros con toda confianza, pues los
necesitaríamos el domingo y no queríamos cargarlos de regreso. El frigo-bar no
sólo guardaba los refrescos que se nos vendían, sino la comida que traíamos de
nuestras casas para más tarde. Era el punto de reunión para muchos; ya fuera
para entrar a la tienda, ir a comer o al cine, la frase era la misma: “Nos
vemos en Minas”.
Se
organizaron ahí las mesas habituales de DC
Heroes los domingos en la mañana, de Dungeons
& Dragons en la tarde, de Star
Wars los sábados o La Llamada de Cthulhu
los viernes, además de los torneos de Blood
Blow durante varios meses. Llegábamos antes de que se abriera la tienda y éramos
los últimos en marcharnos. Y por muy poco dinero que tuviéramos, siempre
alcanzaba para una sopa Maruchan en la paletería contigua. Ahí, por primera vez
probé una Marucha con salsa Valentina y jugo de limón (¡relevación!).
Aquí
no solamente conocimos ediciones en español de Star Wars, Dungeons o Vampire,
sino también productos creados enteramente por españoles que dejaban su cuerpo
y alma en la afición: Así llegamos a tener un ejemplar de Aquelarre, famoso juego creado por Ricard ibáñez, o la revista Líder, con su famosa tira cómica del Tío
Trasgo.
Hubo
personajes y situaciones, como la encargada de la papelería de la plaza, donde íbamos
a sacar las fotocopias de nuestras hojas de personaje. Nunca pudo sacar bien
una impresión por ambos lados. O la ocasión que Juan Ignacio (que también
trabajaba para Sabritas aquel entonces) nos llevó una caja de bolsas con
producto nuevo que se pensaba comercializar próximamente. Casi estoy seguro de
que fuimos los primeros en la Ciudad
de México en probar los Doritos 3D.
Quizá
lo que muchos de los clientes regulares de Minas
Tirith recuerdan es el juego nocturno que se armó en la tienda y el cual
suspendimos a las tres de la mañana pues la plaza debía cerrar y Juan Ignacio
quería dormir. Todos los roleros de Minas
salimos a mitad de la noche a la
Alameda de Coyoacán, donde nos amanecimos platicando anécdotas,
compartiendo experiencias, chistes buenos y malos, cuentos de fantasmas que
daban más pena que miedo e ideas para juegos y campañas. Y a la mañana
siguiente, siendo domingo, regresamos a la tienda.
Esa
era la comunidad rolera de Minas Tirith.
Corrección: no estaba en Calzada del Hueso. Ahi esta la nueva. Era calzada de las Bombas.
ResponderBorrar¡Cierto! Siempre he confundido la Calz. del Hueso con la de las Bombas. Gracias y un saludo a toda tu familia.
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