Hace
algunos meses, luego de una salida sabatina al antro, el domingo siguiente
revisé mis mensajes al celular y así me enteré que un amigo, Marco, había
intentado localizarme pues había estado tomando en una fiesta que terminó temprano
y quería seguirle, pero no solo. Fueron varios mensajes los que envió a muchas
personas, ya fuera a través de su celular o Facebook,
pero nadie le había respondido. Al parecer todos estábamos ocupados en nuestras
propias fiestas o salidas nocturnas.
Cuando
me puse en contacto con él al día siguiente le pregunté cómo estaba y lo que
había hecho esa noche de sábado. Con mucha satisfacción me dijo que se había emborrachado
con gente de otros países, a través del Messenger.
Obviamente
no me es ajena la naturaleza de la mensajería instantánea y su importancia en la
comunicación actual. Lo que me sorprendió en este caso fue como un acto tan común
se había manifestado a través de este gran poder de convocatoria: Marco había
entrado a una sala de chat cualquiera
en Messenger, anunciando que estaba
emborrachándose y quería compañía. A esta petición respondieron varios
mexicanos de distintos estados y gente de otros países, incluyendo un chileno y
un inglés. En menos de diez minutos se habían habilitado las webcam, cada quien puso la música de su
agrado, preparó sus tragos y la guarapeta vía chat se había armado.
Antes
de escuchar esta anécdota en realidad no había comprendido las barreras superadas
con la tecnología del chat, la mensajería instantánea y el streaming, que convirtieron el tiempo, el espacio y la distancia en
términos relativos y marcaron su diferencia ante las transmisiones radiofónicas
o televisivas en vivo. En primer lugar, la variedad de ángulos y puntos de
vista en un evento público se multiplicaron enormemente, permitiéndonos ver al
mismo tiempo la transmisión de un concierto en vivo por televisión o a través
del video que Fulanito acababa de subir desde su celular a YouTube.
También
nos ha permitido conocer y magnificar esos episodios de la vida cotidiana, tan
increíbles por si mismos, pero que mediante otros medios pasarían inadvertidos,
como el caso de Declan Sullivan, quien mientras filmaba desde un elevador un entrenamiento
de fútbol en la Universidad
de Notre Dame, mando por Twitter mensajes
sobre el peligro que estaba corriendo, antes de que el elevador se desplomara a
causa de los fuertes ventarrones.
Las
relaciones a larga distancia se antojan cada vez más soportables cuando puedes
ver a tu pareja a través de un video chat y no sólo en la computadora de su
habitación, sino en la calle donde vive, en el parque de la esquina, en su
restaurante favorito o en donde sea, gracias a la conectividad de los variados dispositivos
móviles. Sobra mencionar la importancia que esta tecnología ha tenido en el
desarrollo del comercio, la asistencia técnica e incluso de la sexualidad entre
adultos, gracias a las aplicaciones de chats en sitios especializados, o la
facilidad que se tiene para formalizar contactos y amistades con personas de
otros países mientras se les masacra a muerte en Halo.
Sin
embargo y a pesar de estos avances tecnológicos, hay que reconocer que las
barreras culturales siguen existiendo: En algún momento de la guarapeta
mencionada antes, mi amigo Marco se quedó sin cerveza y les dijo a todos que le
esperaran un momento mientras iba al Oxxo a reabastecerse. Le tomó diez minutos
ir y al regresar la discusión en el chat había tomado otra dirección, mientras
los mexicanos que estaban en línea intentaban explicarle al chileno y al inglés
lo que era un Oxxo.
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